Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962), @PalomaSGarnica, ya había escrito un libro bastante recomendado por todo tipo de lectores: “La sospecha de Sofía” (Planeta, 2019), próxima a convertirse en película, al igual que ya había sucedido con su exitosa “La sonata del silencio (2012), trasladada a una exitosa serie televisiva en RTVE (https://www.rtve.es/play/videos/la-sonata-del-silencio/). Confieso no he leído ninguna de las dos, pero que, después de zambullirme en las páginas de “Últimos días en Berlín” – originalmente llamada “Hijos de la ira”, finalista del premio Planeta 2021, no hay duda de que lo haré. De hecho, después de haber leído “La Bestia”, de Carmen Mola, la novela ganadora del Premio Planeta 2021, creo que debieron extenderles el galardón a ambas novelas, las dos excelentes.

En este libro Paloma nos trae la historia de Yuri Santacruz, un ciudadano ruso, hijo de padre español y madre rusa quien, en compañía de su padre, debe huir de Rusia hacia Alemania, desde muy pequeño dejando por el camino a su hermano Sasha a quien perderá para siempre, a su hermano Kolya y su madre Verónika. Una huida causada por el totalitarismo estalinista de los años 30. En Berlín comenzarán una nueva vida sin sospechar que lo que encontraran será un totalitarismo nazi que afectará irremediablemente sus destinos.

Y en medio de un triángulo amoroso – Claudia y Krista son columnas vertebrales del libro, asistimos a la conmovedora y dolorosa historia de Yuri y su familia, de Yuri y sus amigos, de Yuri y sus enemigos, siempre con el corazón en la mano, como si estuviésemos viviendo en esa difícil década que fueron los 30 y parte de los 40 en Europa.

Comprender, desde diferentes puntos de vista (desde una sociedad culta como la alemana o desde una sociedad gris como la rusa), el cómo se va gestando una sociedad racista, en donde la superioridad física y moral se va tornando colectivamente en un injusto y peligroso referente, comprender cómo y por qué razón tu vecino/a se convierte en tu enemigo, “cómo se vive con ese miedo constante a que los fueran a buscar, a ser detenidos, señalados o excluidos”, por cualquier razón, por solo existir, son reflexiones que nos asaltan hasta el final del libro.

La ardua, detallada y amena construcción de todos los personajes entre los que encontramos alemanes nazis, antinazis y judíos, rusos bolcheviques, rusos estalinistas, rusos simplemente, ucranianos, españoles, extranjeros en general, esposas y esposos, niños, militares, madres, padres, hermanos, hijos, gays, privilegiados y gente de a pie. Un arco iris de personajes atrapados en lo que realmente fue un episodio de locura colectiva en Rusia y en Alemania.

Asistimos, pues, con una prosa dúctil, ágil, experta, a un relato de fortaleza, de lucha, de fraternidad y solidaridad, a una historia de horror, pero sore todo de amor en medio de un despertar consciente.

Según la misma autora nos dice, sus novelas, más que novelas históricas, son novelas de costumbres, novelas de época. En efecto, los hechos narrados no corresponden a hechos específicos sucedidos a determinados personajes que existieron en la vida real, sino que, apelando a circunstancias históricas, Paloma nos revela una historia de ficción ambientada abundantemente en la respectiva época y lugar. Su descripción costumbrista es tan real que uno de verdad cree que los padres de una de las protagonistas le regalaron un reloj a Hitler, o que su esposo efectivamente dirigió un campo de concentración y trabajó en el staff más cercano de Hitler, o que una de sus vecinas realmente fue la mejor amiga de Martha Goebbels. O que Petia, el médico de la familia de otro de los protagonistas fue al tiempo el médico personal de Stalin.

Sentimos la angustia, el hambre, la tristeza, la desolación, la violencia, la deconstrucción. Entendemos, por fin, los mecanismos cotidianos que dieron lugar a esa locura colectiva que se apoderó de estos dos países, pero también asistimos a un claro amanecer. Solo la locura nazi, nos dice Paloma a través de uno de los personajes de la novela, frenó la locura estalinista. Pero la humanidad hubiera sucumbido ante cualquier totalitarismo que hubiera triunfado. De hecho, yo me pregunto si, hoy en día, no hemos sucumbido como sociedad a totalitarismos de estirpe capitalista. En fin, les dejo la reflexión…

Paloma Sánchez-Garnica, es alguien a quien logro entender significativamente, tal vez porque siempre lo hago con aquellas personas que estudiaron leyes y viraron hacia la literatura. Es licenciada en Derecho y Geografía e Historia, trabajó como abogada, pero abandonó las leyes para dedicarse a la literatura, su gran pasión. Sus historias de guerra y supervivencia, como la que nos encontramos en “Últimos días en Berlín”, son el plato fuerte de su narrativa. No dejen de probar su exquisito menú.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.