Esta columna la escribo para ti, ya sea que estés soltero o en pareja, casado, viudo, separado o sin interés por ninguna relación estable. Pues esta columna no la voy a dedicar a las relaciones de pareja, o a las relaciones informales, sino que hoy voy a dedicarme a las relaciones de amistad, porque la amistad hace parte de mi menú de bienestar desde que abrí los ojos en este mundo.

Este tema es algo que he venido trabajando con el tiempo, porque, como todo lo que tenga que ver con las relaciones, no se nace aprendida, ni se tienen todas las respuestas siempre, por el contrario, hay que entender mucho, incluso hay que entender con algo de dolor y de pesar, que ciertas relaciones dejan de funcionar.

He podido confirmar que hay personas que están a mi lado sin importar lo que atravesemos. Si hablo de amigas, tengo la suerte de contar con grandísimas confidentes en diferentes partes del globo, no son muchas, por el contrario, con los ires y venires del mundo, con mis transformaciones vitales, y con todo lo vivido, algunas de ellas han ido fortaleciendo sus posiciones en mi vida, y yo he ido haciendo lo mismo en la de ellas. Estos son los imprescindibles, como diría Berthold Brecht.

En cambio, por el camino se han quedado muchas amigas, muchas que fueron importantes en su momento, pero que no pudieron actualizarse con mi ritmo vital, y a quienes tampoco pude adaptarme con sus cambios y elecciones.

Esto tiene que ser así para poder crecer.

No todas las personas estarán por siempre. Por el contrario, estas personas representan una etapa, son parte de un crecimiento, o si se quiere entender mejor, de un ciclo.

Es complicado diseccionar qué fue lo que me ha separado de las personas que ya no tengo a mi lado. Cada una de estas relaciones tuvo un nivel de intensidad distinto, un nivel de compromiso distinto y, por supuesto, un trabajo de crecimiento en ambas direcciones. Cada persona viene a nuestra vida para que aprendamos algo, para que veamos algo, incluso algo que no nos gusta en un primer momento. Hacer amigos parece algo sencillo, pero no lo es. En el mundo es sencillo contactar con alguien, pero de ahí a hablar de amistad, hay una enorme diferencia. Incluso con esta era de redes, les llamamos amigos a personas que nunca hemos visto, y que sólo le dan like a nuestras publicaciones.

Sin meterme en muchas explicaciones, no se sabe de antemano cuándo un ciclo empieza, y cuándo termina. Sólo el tiempo lo determina. Aunque daré una clave en esta columna.

A lo mejor nos gustaría que fuera más largo, a lo mejor desearíamos ser más importantes para esa persona, o que nos hiciera más caso, pero lo que pasa es que la relación, por la razón que sea, deja de ser lo que fue, y deja de significar lo que significó, y a esa persona, poco a poco, la vamos dejando atrás, y llega un día en que nos olvidamos de ella, y sólo la recordamos por las fotos o las anécdotas que nos dejó.

A veces nos fallan, a veces fallamos, a veces la amistad deja de existir y, en su lugar, lo que queda es un gran pozo común de anécdotas que pasamos juntas. La amistad es una relación que se alimenta por la incondicionalidad. A las amigas los ayudamos, las queremos y las entendemos, o tratamos de hacerlo, por lo menos. Y ojo, si existe la lealtad en las relaciones de pareja como concepto, el concepto de lealtad en la amistad para mí es todavía más básico. Porque las primeras relaciones que se tienen son de amistad, son la primera construcción, el primer lazo que se arma. Amiga que miente, amiga que repite. Amiga que te utiliza, amiga que seguirá haciéndolo, y amiga que es desleal, amiga que nunca entenderá el concepto de lealtad. Y esto es tremendo de entender. Y tremendo de vivir, sobre todo para las personas que valoramos la amistad como yo lo hago. La lealtad lo es todo. La lealtad es el ciclo. Así de simple.

Así que cuando una amiga tiene una muestra de deslealtad, cumple su ciclo.   Algo se rompe. Hay algo que ya no está. Y hay algo que no se vuelve a sentir. Lo que ocurre aquí es que el ciclo llega a su fin. Y cuanto antes se entienda, más fácil será para nosotros.

Aprender a soltar, a decir adiós, a decir gracias, a ver que lo compartido estuvo bien. Cuando se suelta, se libera, y se deja de luchar. Porque la lealtad no se explica, ni tiene grados, no entiende de explicaciones largas. Se tiene o no se tiene. Y hay amigas que nunca la tendrán.

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