En esta era de tecnologías, en la que estamos literalmente pegados a una pantalla, nuestras respuestas emocionales cada vez están más ligadas a la gratificación sobrevenida de la aprobación digital. Los likes, los retuits, los shares y las reacciones positivas nos cambian el humor, y nos hacen pensar que eso que hemos publicado o dicho nos define y que los demás nos quieren, nos aprecian y también nos siguen, un verbo que desde el comienzo me ha parecido horrendo e inútil.

Esto, llevado al plano de las relaciones personales, lo vemos reflejado en lo que nuestro corazón siente y padece cuando estamos chateando con alguien.

Si es la primera vez que chateamos con él, estaríamos hablando del momento más complejo de la chateada. Esto es duro porque muchos estamos haciendo nuestro mejor marketing a través de las redes, nos estamos dando a conocer por unas palabras y unos emoticonos.

Yo lo he dicho ya en mis artículos y libros: cuando estamos ligando con alguien (que viene a ser una forma de seducir y de levantar al mismo tiempo) nos estamos vendiendo. Algunos pensarán que es una metáfora muy fea, pero nosotros nos estamos vendiendo constantemente para que los demás nos den su aprobación. Así funciona. Y algunos se venden mejor que otros, nada que hacer.

Establecemos conexiones por lo que decimos, por cómo nos expresamos, por lo que nos despierta risa o sorpresa, por lo que compartimos y por el temperamento que tenemos en el chat.

La mente no distingue entre lo real y lo que imaginamos. Y esto, llevado al chat, nos convierte en grandes imaginadores. Muchas veces percibimos frases como amenazas cuando no lo son, y otras tantas pensamos que la persona en cuestión está mucho más interesada en nosotros porque todo se basa en la adivinación de la palabra y del emoticono. Por esta razón a mí me encanta escuchar a las personas que no conozco. A  través de un mensaje de audio se obtiene un montón de información y se conoce mejor a alguien (siendo honestos, esto es como el grado 1 de 10 en cuanto a poder conocer a alguien) por el tono de su voz, su ritmo, sus pausas, su forma de expresarse, las palabras que elige, su manera de respirar y de hablar o reírse. Aunque es mucho más completo un audio que sólo leer lo que escribe.

La gran prueba final es conocerse en persona. Sin pantallas por medio, con la verdad por delante, sin filtros de Instagram, sin emoticonos, tal cual somos. Con nuestra talla, nuestro color de ojos, nuestro tono de voz, nuestros movimientos y nuestra esencia al natural.

Hace unos meses, un jugador italiano de voleybol, saltó a la prensa por haber sido víctima de un cruel catfish (crear una identidad falsa en la red) y terminó enviando cuantiosas sumas de dinero a una mujer en Cerdeña que le había hecho creer que era la mismísima Alessandra Ambrosio.

Esto le puede pasar a tu amiga del colegio, a un famoso o a ti. Por eso es importante que, más que quedarte chateando por años con un chico o con una chica, tengas claro que es muy importante pasar a conocerse en persona. Puede que haya solteros a quienes esto les de miedo o inseguridad, les salte las alarmas de que no están preparados para dar el paso, para no ir hasta esa ciudad o ese país, pero créeme: es mejor ver la verdad que morirse engañado. El chat no es para mucho rato. De hecho, considero que chatear por más de un par de semanas con una persona y no tener planes de verla es síntoma de que puede quedarse en juego digital. Hay varias personas que lo único que quieren es divertirse a base de otros chateadores, les agrada la idea de que haya alguien pendiente de ellos por unos días, pero son embaucadores profesionales, y por lo mismo son grandes constructores de realidades paralelas. Si alguna vez aceptas quedar con alguien así, es el clásico caso de mujer o de hombre que, en cuanto termina la cita, ya te ha bloqueado el teléfono y no desea saber nada más de ti. Funcionan así y ni se han preguntado para qué les sirve esa conducta huidiza y adictiva. Coleccionan experiencias y no se toman en serio nada de lo que provenga de un chat.

En consecuencia, toma nota:

No prometas nada por chat

No des por sentado que alguien tiene palabra porque lo dijo por chat

Evita enviar contenido explícito por chat si nunca has visto al receptor

Y en caso de que no quieras hacer caso al último consejo: nunca mandes fotos con tu cara

No digas te quiero por chat si no has visto a la persona

Nunca envíes dinero a una persona que te pide por chat (extensivo a donaciones, crowdfunding, ayudas a proyectos o como quiera que le llamen los estafadores digitales)

No somos lo que se ve en el chat, ni tampoco somos lo que publicamos en redes. Lo que nos causa risa o asombro, las noticias que compartimos o los memes que reenviamos es solo una parte de nuestra vida. Hay grandísimas personas que no son grandes chateadores, y también conozco a excelentes chateadores que han resultado ser unos tipos sin corazón y sin tripas.

El mejor consejo en estos casos tiene que ver con el set de expectativas que tengas. Si mantienes las expectativas bajas, lo que puede pasar es que, si al final esa persona no te gusta en lo más mínimo, no habrás perdido nada. En cambio, si esa persona te cala por dentro y te gusta por cómo es en el directo, habrás ganado de cero a diez en el casino de tus expectativas versus la realidad del dating.

Si necesitas una consulta privada conmigo puedes escribirme a este WhatsApp. Todas mis consultas son ‘online’, desde la comodidad de tu teléfono.

Sígueme en Facebook: María Pasión la Doctora Corazón o en Instagram @mariapasionlove

Encuentra todas las columnas de María Pasión en este enlace.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.