Reseña de “Membrana”, de Jorge Carrión.
“Nadie sabe cuándo un siglo comienza, pero nosotras sabemos cuándo acaba. El siglo XXI empezó en el amanecer de los tiempos tecnológicos, en la lenta e inexorable preparación del adiós cuyas raíces tejieron a sabiendas o no nuestras antepasadas, nuestras innumerables abuelas, radicales, nadie sabe cuándo ni cómo, ni siquiera los dioses antiguos, por eso esta sala nace de las cenizas y las ruecas. El siglo XXI terminó en 2100, por las dudas, pero sobre todo por las deudas.”
El español Jorge Carrión (Tarragona, 1976) empezó a escribir “Membrana” (Galaxia Gutenberg, 2021) en 2019 con el título “Museo del Siglo XXI”, una novela narrada por una inteligencia artificial del año 2100, en forma de catálogo expositivo de la colección permanente de un museo que se percibe inicialmente como importante y universal. En 2021, la novela saldrá publicada con el nombre con el que hoy la conocemos y será un hito en la novela de ciencia ficción en español. Ganará el LII Premio de Novela Ciudad de Barbastro 2021. Y su jurado dirá: “Es una novela con una enorme ambición, que va a suscitar muchas preguntas a quien la tiene entre las manos por cómo está escrita y por la visión del mundo que pretende compartir”, destacando también “el esfuerzo de creatividad lingüística y estilística, que es mucho más que sobresaliente” en la “excelente obra de Jorge Carrión”.
Nos encontramos sí, frente a una novela/ensayo/catálogo cuya originalidad es indudable. Carrión no deja de sorprendernos. Cuando leí “Contra Amazon”, en plena pandemia, no podía creer la Osadía – así, en mayúscula – de un escritor contra uno de los gigantes capitalistas. Cuando leí “Librerías” me enamoré de todas y cada una de ellas, deseando que ediciones posteriores nos actualizaran su poético inventario. Pero nada comparable con “Membrana”, a la que precedió la escucha de la primera temporada de su podcast “Solaris, ensayos sonoros”, con el que ganó el Premio Ondas al Mejor Pódcast Experimental, y con el que me abrió un mundo ficcional audible en el que jamás había entrado. Y del que no quiero salir.
En esta novela que hoy reseñamos, nos encontramos con unos límites verdaderamente desfigurados entre la realidad y la ficción, porque, además, es una angustiosa profecía de lo que vemos que está pasando más aceleradamente de lo que quisiéramos. Gran influencia ejerció en su novela su oficio de comisario de las exposiciones Las variaciones Sebald del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y Todas las bibliotecas del mañana del centro cultural Koldo Mitxelena de San Sebastián.
La novela narra “la transición del control humano al control algorítmico”. Corre el año 2100 y se inaugura el Museo del Siglo XXI; solo al final sabremos en dónde. En el catálogo de la colección permanente de dicho museo, una inteligencia artificial colectiva – no es ella sino son “ellas” las narradoras, relatan, para el visitante – lector u oyente en este caso -, la historia de cómo nacieron las tecnologías híbridas y artificiales, a través de un entramado de redes que ha dado lugar al mundo del siglo XXII: un emporio tecnológico en donde cada día importa menos el ser humano. Pero en donde “ellas”, narradoras omniscientes, son las “hacedoras” de ese futuro.
De la mano de seres humanos primigenios, como Karla Spinoza, creadora de Maxi, el primer híbrido entre ser humano e inteligencia artificial, una especie de evolución de Siri, “ellas” – nosotras nos entendemos – han construido una membrana universal casi infinita e indestructible, como lo que puede estar construyéndose hoy. Aplicaciones de Inteligencia Artificial Emocional (IAE) que estudian la forma en que las emociones de las personas interactúan con contenidos productos, servicios, frente a otros seres humanos o robots tales como “Smart Eye”, líder del panorama de la Inteligencia Artificial en el ámbito del comportamiento junto con “Affectiva”, o el equipo HUE de Microsoft, dedicado a desarrollar aplicativos que utilicen la empatía y la emoción en la inteligencia artificial, son apenas tres ejemplos de lo que se nos está viniendo encima.
El estilo de Carrión, a través del cual pone al lector frente a un arriesgado juego en el que recorre, como en un videojuego, cada sala del Museo es tan absorbente que, llegado el final, quiere uno seguir recorriendo el futuro a través de más salas y la adicción al juego ha surtido su efecto: la historia te ha atrapado como las telarañas atrapan a las presas/seres humanos que se han adaptado, casi sin darse cuenta, a ese futuro…
La novela nos relata cómo la llegada de “Siri”, la abuela de las redes, la asistente personal de Apple – hubiera podido ser Alexa o ¡Hey Google! o cualquier otra -, viene para cambiar el mundo, para ser casi que la primera hebra del tejido que se va formando sin pausa y sin prisa. Pocas personas se dan cuenta del daño que puede venir de la mano de la conciencia algorítmica, entre ellas Ben Grossman, un israelí que un día descubre que alguien o algo disparó el misil que él decidió no disparar. Y a partir de ese momento huye y se refugia en Rusia y se convierte en líder del movimiento global contra las inteligencias artificiales, que intenta combatir desde “adentro”. Y dado que el libro es una novela/ensayo ficcional, se corre el peligro de que el lector sucumba a la tentación de “googlear” al señor Grossman a ver si su existencia es cierta; pruébenlo ustedes.
Nos encontramos, en el otro lado, con una Karla Spinoza, una mujer “de avanzada”, que crea su propio algoritmo y hasta su propia pareja híbrida, y quien jamás imagina que lo que ha iniciado es una “membrana destinada a ir ganando capas y capas y más capas de “contrarrealidad”.
No podía faltar la “la fría descripción cronológica de una serie de desastres sociopolíticos (empezando por el 11-S) que desembocarán en catástrofes ecológicas y en diversos traspiés tecnológicos y culturales.” Y la descripción, hacia el año 2044, del culmen de los “implantes neuronales” que dan origen a seres “híbridos”, una mezcla entre lo que somos y lo que queremos llegar a ser, vía hardware y software.
Leer a Carrión me ha recordado los relatos de ciencia ficción de Ted Chiang en su libro “Exhalación”, que reseñé hace unos meses aquí mismo, relatos basados en principios físicos y hechos de la vida real, tan verosímiles, que parece que fueran una ficción realista, atravesada por fuertes reflexiones éticas implícitas sobre el tiempo, la tecnología, los mundos paralelos.
Tanto el libro de Chiang como este de Carrión nos lleva a profundos debates éticos, a los debates contemporáneos sobre la contemplación de un pasado que no podemos cambiar pero que, inexorablemente nos está llevando a un futuro proféticamente aterrador. El museo relatado es una bitácora de la memoria que, como lectores queremos recorrer pero que, como futuros protagonistas, posiblemente no queramos hacerlo. Sobre todo, por las dudas y por las deudas. No se lo pierdan.
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.
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