Pronunciamiento de su mandatario en Caldono-Cauca hablando de un “enemigo interno” del estado que trunca los cambios planteados por el gobierno del Pacto Histórico, indican que se empiezan a presentar grietas en el equipo ministerial y que el malestar de Petro Urrego va más allá del desespero que producen la burocracia y el conjunto de normas y creencias establecidas en el ejercicio democrático colombiano. Aversión, que manifiestan desde la izquierda, contra personas e instituciones es la forma solapada de delinear, desde el fuero presidencial, que les molesta la constitución y las normas actuales, entorno desde el que se percibe que en el corto plazo se viene un intento inminente de proponer una constituyente. Problema de su presidente es que su gobierno está plagado de enemigos declarados, camuflados y esos que fingen ser amigos, esfera de mentiras llena de argumentos para defender sus propias conveniencias. 

Veneno del socialismo que pretende acabar todo lo construido en Colombia es el que impone como un propósito empobrecer a todos, a través de una reforma hiperinflacionaria, para equipararlos con el pueblo. El que promedia por abajo tiene por capricho destruir la economía en vez de crecerla, hecatombe del mercado de capitales, en retaliación contra la clase media y el empresariado, para premiar a los actores terroristas que son protagonistas de la paz total. Testaruda obstinación de acabar con el esfuerzo individual y la propiedad privada es el reflejo de la necedad, el orgullo y las codicias de una casta política que todo lo quiere arruinar. Colombia está al frente de una izquierda llena de egos, envidias e indiferencia, ánimo de revanchismo, en el que brota la maldad y aflora todo lo contrario a hacer el verdadero bien a la globalidad del colectivo social. 

Voz del ministro de hacienda y crédito público, José Antonio Ocampo, el adulto responsable de la administración Petro Urrego, se torna incómoda ante las incoherencias de un mitómano que, a expensas de sus fanáticos seguidores, es experto en tirar la piedra y esconder la mano engañando a los demás. Empecinamiento de su mandatario de llevar a los colombianos a la ruina y dejar el país en manos de los bandidos, es lo único que justifica el pésimo manejo que se le está dado a la economía en este gobierno: el dólar, la gasolina y los alimentos por las nubes, bomba de tiempo que se pretende solucionar con más impuestos. Destrucción de la democracia colombiana, que se tejió a punta de calumnias y mentiras desde la izquierda, ahora se materializa con su presidente que sigue actuando como candidato en oposición y no ha logrado comprender que es gobierno y establecimiento.

Aquel que se hizo elegir sembrando ilusiones, pero gobierna con engaños metódicos y actitud impositiva, se aprovecha de la ignorancia, necesidades y anhelos de las clases menos favorecidas para utilizarlo a su favor. Coyuntural para la nación resulta que su mandatario y sus ministros en vez de generar estabilidad al país propicien incertidumbre, quien se vendió como salvador y mesías está arremetiendo contra la economía, la firmeza y el progreso de ese pueblo que confió en él y lo eligió en las urnas. La mala administración de los recursos públicos, en lugar de mejorar las condiciones de vida de los habitantes del país, terminará por aumentar la brecha de la pobreza entre la población vulnerable, gremio de aduladores que disimulados y temerosos ya comienzan a decir lo que realmente están sintiendo frente al que desde su discurso y simbolismos quiere mostrarse como quien trabaja por el pueblo mientras sus medidas e intenciones solo favorecen a delincuentes comunes, corruptos y narcotraficantes.

Primer y grave error de Gustavo Francisco Petro Urrego, al asumir el poder, fue rodearse de un equipo incompetente que no saben un carajo de administración pública y de la cartera que ostenta, sujetos que se visten de ovejas, meten la pata, y están siempre buscando una excusa. Gasto público exacerbado debe ser acotado, de ahí la importancia de un ministro como José Antonio Ocampo que con los pies en la tierra y voz disonante aterriza las absurdas teorías económicas de su presidente, Sensei de los humanos que desde su ego y prepotencia estalla y maltrata públicamente a un funcionario por no apoyar sus alucinaciones, así después salga a decir que no se refería a él sino a temas generalizados. Se está a tiempo para aceptar que los dirigentes del gobierno no son capaces de ayudar al país, propiciar una restructuración al gabinete y dar un giro de 180º que permita aceptar la realidad y ver la necesidad creada, dar solución a esa proyección de los asuntos internos aún no resueltos.

Dos meses y ocho días son más que suficientes para que los jóvenes comiencen a aceptar que se equivocaron con esa elección tan desastrosa para Colombia, poco a poco se desvanece el sofisma de distracción que usan los lideres autoritarios para justificar saltarse la ley y avalar los resultados de sus nefastas políticas. Su mandatario ya está ambientando el discurso de enemigos internos, pronto vendrá el de los externos, fanatismo, ausencia de crítica y el culto a la personalidad propia de los regímenes dictatoriales, populismo de un gobierno que no se preparó para asumir el poder con eficiencia. El peor enemigo interno que tiene la administración Petro Urrego es la ausencia de coherencia, el no pensar antes de hablar y por ello tienen que salir a rectificarse cada dos días. El ego de creer que todo lo sabe es la perdición de un líder sin carácter.

La inflación, los precios elevados, la violencia, el caos social y la pobreza que generará la gestión y filosofía política absurda de su presidente envalentona al abusador, el violador, el corrupto, el racista, el clasista, el que piensa que igual pide perdón luego de hacer algún acto y no le pasa nada, el que manda matar a sus compatriotas, el que no deja expresarse libremente y el que no respeta las libertades ni derechos, problemas de articulación que buscan ser atajados con la narrativa que quiere imponer de un enemigo interno. Promoción del debate con argumentos debe estar en primera línea de veeduría para evitar que quien llegó al poder prometiendo cambio siga justificando cada acción con “el pasado gobierno lo hizo así”. Mal va Colombia con un gobierno indolente, demagogo y populista, enemigo de la economía emergente, luego de una pandemia, incrementando impuestos, precio de combustibles y con ello alimentos, mientras derrocha en sábanas, televisores y viajes de su primera dama.

Quien quiere llevar a un país hacia la miseria, la pobreza y la polarización ideológica de extrema izquierda solo conducirá a la nación a una de vida de tristeza y dolor, Gustavo Francisco Petro Urrego fue, es, y seguirá siendo una amenaza para la democracia de Colombia, su intransigencia política contra la subsistencia energética y el futuro desarrollo del país atiza el miedo al cambio. Sagrada libertad y respeto por la diferencia deberían primar en el territorio colombiano, pero el apasionamiento de las primeras líneas y la masa enceguecida está llevando a la conformación de cofradías en las que la inercia acomoda el statu quo del conformismo con el estado de opiniones inaceptables, sin fundamento y la aceptación del desorden establecido por lo que se conoce como alianza por el Pacto Histórico. Hostil ha resultado para el país ese político populista y demagogo que prometió cosas a su pueblo que sabía perfectamente que no iba a cumplir, aquel que es totalmente incoherente, con doble moral y rasero, caudillo que se cree un semidiós en la tierra, terco y arbitrario, sin importarle como afecta a Colombia entera. 

 

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