Hace unos días me compartieron un video donde una chica joven daba su opinión sobre la gratitud y la esperanza de los padres en los hijos.

A viva voz decía que los hijos no le deben nada a sus padres. Y sí, estoy de acuerdo, en temas de maternidad y paternidad no se trata de deber, ni de pagar, ni de pensar quién podría quedar endeudado o empeñado. Casos se han visto.

Pero así como nos han dicho que “Un niño viene con el pan debajo del brazo” y no lo es; también debemos reconocer que esa dichosa frase de que “No hay que esperar nada de los hijos”, tampoco lo es.

Y no es esperar nada económico ni material, ni mucho menos esperar a que sean lo que uno no fue o a que tengan lo que uno no tuvo. Ni esperar a que los hijos sean los cuidadores de los padres. No es esa espera.

En nuestro corazón, en nuestro profundo amor maternal y paternal esperamos, aunque sea, el recuerdo y la gratitud. Si bien a un ser viviente no se le preguntó si quería llegar a este mundo, tampoco los padres tuvimos la oportunidad de escoger quien vendría; entonces, pensando así, estaríamos a paz y salvo.

Entonces, por derecho humano y por instinto del amor y moral, el padre tiene el deber de suplir las necesidades básicas de un hijo: alimentación, educación, vivienda y un hogar donde reciba amor y respeto. Muchos hogares lo hacen y dan solamente lo que es exigido bajo Ley.  Y lo hacen porque así lo consideran o porque no cuentan con oportunidades diferentes para ofrecer algo mejor.

Pero hay quienes luchan y tienen la fortuna de encontrar la manera de ofrecer detalles extras en esa educación que compete. Es decir, un esfuerzo más de los padres. Trabajan más, estudian más y obtienen mejores ingresos y tiempo para brindar a sus hijos mejores experiencias de vida.

Entonces, le preguntaría a la señorita del video y a los que piensan como ella ¿Por ese esfuerzo adicional que hacen los padres tampoco se agradece?

Es cierto que lo que hacemos por los hijos no se recalca, ni se saca en cara, ni se escanea en cheque para ser cobrado. No. Pero desconocer una gran labor como lo es paternidad duele. Y solo cuando se es padre se da la razón de ello.

No esperamos que nos den las gracias por las noches en vela, ni por los viajes aplazados, ni por los trabajos rechazados, ni por las cenas postergadas para poder cuidar de ustedes.

El corazón de un padre, les recuerdo, no se compra en un supermercado, no viene pre cocido, ni viene sazonado. No. El corazón y el amor de un padre se construye. Y de ahí, de esa formación diaria, de ese tejido de amor y complicidad, de esas vivencias compartidas es que florece. Pero el corazón de un padre también, aunque muchos lo callen, se entristece, se desborona, se retuerce y se marchita en vida.

Nos duele la indiferencia. Nos duele la ingratitud. Y no pedimos una recompensa, pero sí esperamos una gratitud manifestada en

besos, abrazos, presencia, gestos y respeto.

Eso es lo que esperamos.

Tenemos una sangre que nos ha unido y un camino que nos ha marcado. Se deja de ser ex novio, ex esposo, ex amigo, pero jamás ex papá ni ex hijo.

Tanta ingratitud de la gente es la que nos hace pensar que ahora todo es una obligación y que nada merece las gracias. La gracia de dar las gracias.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.