El hecho de que hayan hecho una cadena de oración por la reactivación de la cuenta de Instagram de Sebastián Gómez, mundial y felizmente conocido como La Liendra, me llena de alegría. Y no, no es sarcasmo. Es real. Llama mucho la atención la política de las redes sociales a la hora de eliminar cuentas.

Facebook es muy conservador para unas cosas y muy liberal para otras. Por un lado, en su plataforma madre llegaron al extremo de permitir la transmisión en vivo de una masacre (ocurrida en Estados Unidos). Pero, por otro lado, en su red satélite, Instagram, elimina cuentas sin oposición por algún pezón o alguna palabra de más. Algo muy extraño.

Llama mucho la atención lo de Facebook (Instagram). Lo que pasó con La Liendra se puede convertir en un fenómeno de estudio. Los influenciadores digitales se han convertido casi que en un nuevo sector de los negocios digitales. Uno muy complejo y apasionante.

Un sector tan relevante que, en Colombia, por ejemplo, ya tiene políticas y leyes marco -hecha por la Superintendencia de Industria y Comercio-. Para los que nos leen de otros países: en Colombia somos más legalistas que en el Vaticano.

Según La Liendra, la razón por la que le cerraron la cuenta fue por su apoyo a otra influenciadora: Daneidy Barrera, más y mejor conocida como Epa Colombia. Una tesis un tanto rocambolesca. Pero tesis, al fin y al cabo. Lo cierto es que, oficialmente no sabemos por qué Instagram cerró una cuenta con más de cinco millones de seguidores. Todavía no se sabe qué política infringió el joven Gómez.

Y no es un tema menor. ¿Por qué? Porque Instagram en particular, y las redes sociales en general, se han convertido en una fuente de trabajo. En Colombia, no se ha realizado un estudio serio sobre el tema, pero en España salió una investigación que reveló que el negocio de los influenciadores puede mover cerca de 100 millones de Euros al año. Una cifra para nada despreciable.

El negocio de los influenciadores que, insisto, en Colombia tiene hasta marco regulatorio (una locura si se tiene en cuenta que todavía no existe una ley oficial para ver cómo se integra la economía colaborativa en el país, pero bueno) puede mover millones de pesos y las plataformas -Facebook- no se puede interponer con sus políticas pacatas a este no tan nuevo fenómeno económico.

Eso sí, no voy a entrar a defender o atacar un influenciador en particular. El tema de fondo es que cuando la plataforma decide borrar una cuenta de un presidente como Trump, de un influenciador o de una empresa en particular está rompiendo con una cadena de valor que impacta en el empleo y la economía de un país. Aunque suene exagerado, es así.

El tema también es de transparencia. Nadie sabe a ciencia cierta por qué se cierran o bajan cuentas de Instagram o Facebook. Nadie sabe si es que un algoritmo es el que toma la decisión. O si existe un comité (de seres humanos) que toma la decisión. Y esa oscuridad se presta para suspicacias.

Lo cierto que es si estuviera en el equipo asesor de La Liendra, le aconsejaría que ‘entutele’ a Instagram por coartar su derecho al trabajo. En un país tan leguleyo como Colombia hasta le sonaría la flauta. Y en el peor de los casos, tendría la misma repercusión que la Red de Veedurías y sus denuncias para salvar a la Selección Colombia.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.