No precisamente porque haya sido una activista radical de género. Más bien fue una revolucionaria de la palabra reivindicando los derechos legítimos de las mujeres que permitan lograr una posición de grandeza bajo férreos principios.

Se trata de Rosario Castellanos una escritora, filósofa y diplomática mexicana, nacida en 1925 y fallecida tempranamente en 1974. Es considerada una de las más grandes literatas de este país.

Fue profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en la Universidad de Wisconsin, en la Universidad Estatal de Colorado y en la Universidad de Indiana. Escribió durante años en el diario ‘Excélsior’, el más importante de su país.

Fabio Arévalo Rosero MD

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Su trayectoria como pensadora e intelectual ha estado al nivel de grandes hombres. Dedicó una extensísima parte de su obra y de sus energías a la defensa de los derechos de las mujeres, labor por la que es recordada como uno de los símbolos del feminismo latinoamericano. Fue nombrada embajadora de México en Israel en 1971, y trabajó como catedrática en la Universidad de Jerusalén.

Estando como diplomática ocurrió un hecho fatídico en su vida una tragedia lamentable desde todo punto de vista. Falleció en Tel Aviv el 7 de agosto de 1974 a los 49 años, a consecuencia de una descarga eléctrica, provocada por una lámpara cuando acudía a contestar el teléfono al salir de bañarse. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres en la Ciudad de México.

Cortesía

Entre sus tantas y trascendentes obras se destaca: “Mujer que sabe Latín”.  Ella explicaría alguna vez, como nació su escrito: ‘Mi madre cuando escuchó mi intención de estudiar un segundo posgrado en el extranjero, permaneció en silencio durante unos momentos. Luego me dijo: “Mujer que sabe latín… no tiene marido ni buen fin”’. Fue algo premonitorio: más adelante Rosario se quedaría sin marido (se divorció tras sufrir depresión e infidelidades) y moriría trágicamente.

Ante ello reafirmaba: “Me reía de aquel refrán sexista y anticuado que yo nunca había escuchado. Ella lo había aprendido de su abuela. Supongo que en la época en la que se usaba frecuentemente ese dicho popular, hablar latín simbolizaba una mayor educación”.

A raíz de ello se le atribuye esta vieja anécdota feminista y en contra del machismo anticuado, que al parecer contaba con orgullo; pero además que por su estilo y carácter le viene como anillo al dedo:

“Cuentan que una mañana, el marido vuelve a su cabaña después de varias horas de pesca y decide dormir una siesta. La esposa del laborioso hombre, aunque no conoce bien el lago, decide salir en la lancha. Se mete lago adentro, ancla y lee un libro.

Fabio Arévalo Rosero MD

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Viene un guardia en su lancha, se acerca a la mujer y le dice:

 – Buenos días, señora. ¿Qué está haciendo?

– Leyendo un libro- responde ella (pensando ‘¿No es obvio?’)

– Está en zona restringida para pescar- le informa él.

– Disculpe, oficial, pero no estoy pescando, estoy leyendo.

– Si, pero tiene todo el equipo, por lo que veo, podría empezar en cualquier momento, tendré que llevarla y detenerla.

– Si hace eso, lo tendré que acusar de abuso sexual, dice la mujer…

– ¡Pero ni siquiera la toqué! – dice el guardia.

– Es cierto, pero tiene todo el equipo. Por lo que veo, podría empezar en cualquier momento.

– Disculpe, que tenga un buen día, señora, y se marchó…”

La moraleja nos enseña que jamás debemos discutir con una mujer que lee, porque sabe pensar. Mucho menos con una mujer que sabe latín. En homenaje a la gran Rosario Castellanos y a las mujeres que ella representó genuinamente.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.