Citando a Mauricio Salazar Trejos, un administrador público de profesión, analista económico y social, quien ya hace mucho tiempo decidió, o mejor, tuvo que marcharse del país por cuestiones de seguridad, le consulté sobre su apreciación de la “evolución” del país y me aportó algo que siente y vive a pesar de no poder, aunque quisiera, vivir en nuestro país.

En Colombia “el país más acogedor del mundo” como se promociona en el exterior, estamos viviendo una protesta social sin precedentes en la historia nacional reciente. 

Tal vez desde el asesinato de Gaitán el gobierno central no había sentido tanta presión de la sociedad en conjunto.  La información nos llega en tiempo real a través de redes sociales; con videos perturbadores, tweets, y noticias de violencia por doquier que según quien las presente, ofrecen una versión opuesta o no, de los mismos hechos. “Vandalismo” es como en su mayoría la prensa oficial colombiana resume los hechos en la protesta, repitiendo el mismo pasado que hemos vivido.

Como en casi toda revuelta social los vándalos de profesión y ocasión siempre trataran de sacar provecho de la conmoción, pero encasillar este estallido social con ese calificativo para justificar que la fuerza pública y civiles con agendas personales cometan todo tipo de represión.

Los argumentos de vandalismo también tienen eco en una parte de la población de clase media que no sale a dar bala, pero que indolentemente promueven en redes casi con ceguera de su propia realidad el desprecio por quienes reclaman justicia.

Entre los hechos de vandalismo está el derribo de varias estatuas de personajes históricos, conquistadores y políticos que después de años y siglos decidimos, o decidieron unos, despreciar por representar la misma opresión que hoy tiene a Colombia una vez más en mira de diferentes organizaciones de derechos humanos. 

Lo que vivimos en esta protesta es un despertar de los nuevos adultos, jóvenes que heredan un país en miseria y con desesperanza de que mejore, que saben que quienes han gobernado por generaciones no representan el interés nacional, que son personajes asemejados a esas estatuas, inertes de piedra, bronce y hierro, que no escuchan, rígidas e inamovibles siempre posando de próceres.  Así es como ven al gobierno después de dos semanas de par, cuando decide reunirse con expresidentes y jefes políticos omitiendo la voz de quienes están en las calles marchando. 

Entre la nueva juventud adulta de Colombia hay millones que ya no tragan entero porque ven el mundo así sea por internet. Esos colombianos que exponen su vida protestando contra esa vieja clase política, que contrario a la propaganda que quieren vender en el exterior de país acogedor, sus gobiernos nos pusieron entre los primeros puestos a nivel mundial en corrupción y desigualdad; con casi 20 millones de personas que pasan el día con agua de panela y pan a los que también le querían poner IVA.

Columna anterior

Alternativas al IVA

¿Piensa invertir en dólares?

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.