Desplantes de su presidente, Gustavo Francisco Petro Urrego, con los alcaldes de Fedemunicipios, la ausencia diplomática del gobierno colombiano en la OEA, la alteración de agenda que impidió la posesión de Ministros y el reconocimiento de la nueva cúpula militar, como estaba programado, son la materialización de la actitud irrespetuosa del mesías ególatra que muy bien recuerdan los capitalinos en su paso por la Alcaldía Mayor de Bogotá. Menos de 15 días ejerciendo la presidencia han sido más que suficientes para develar que la izquierda, constituida en el Pacto Histórico por Colombia, se preparó para el discurso punzante y cizañero con que lograron calar en el electorado, para imponerse en las votaciones, pero lejos están de saber qué hacer con el poder que ahora logran ostentar. Más grave que el incumplimiento, reiteración de los errores acaecidos en la vida pública de su gobernante, son el cúmulo de provocaciones innecesarias que acompañan cada acto y siguen sin una explicación razonable hasta el momento.

Rasgadura de vestiduras constante, que acompañó a quienes hoy son gobierno cuando fungían de oposición, no se corresponde con las incoherencias que acompañan a su mandatario en los primeros días en la Casa de Nariño. Épico resulta observar cómo se dan pasos firmes para atomizar una relación con quienes votaron por el cambio, pero poco a poco evidencian que fue para mal; nocivo para la democracia era dar continuismo a los amigos de quien pasó por la presidencia, sin pena ni gloria, durante cuatro años, como a los alfiles leales al nuevo cuatreño. Actitud civilista y respetuosa por la Constitución, que debe acompañar a Gustavo Francisco Petro Urrego, se pierde en la mitomanía de quien no logra justificar los desplantes con razones coherentes; la puntualidad y el honrar la palabra son principios básicos para la apropiación de la autoridad y ganarse el respeto, pero hasta ahora su presidente solo acumula una inagotable lista de errores y salidas en falso que no pueden pasar sin la sanción social.

Desgreño administrativo que acompaña a su gobernante, ausente, se agudiza con la incompetencia para elegir un gabinete completo, gravísimo resulta que la chabacanería y la patanería prime sobre el respeto por las personas, el valorar su edad, experiencia, cargos y representación en el tiempo. Inadecuadas formas de comunicación conllevan a que se exalte que se llegó al poder con las banderas de “los nadies” y ahora se gobierne con los que se decía eran el mal del país; el petrismo instrumentalizó a la juventud, la movilizó y la puso como carne de cañón, pero hoy la desconoce y por ello no hay ni un solo joven dentro de las carteras gubernamentales y ni una sola medida para aliviar el desempleo de las capas jóvenes de la población. La “paz total” que propone Gustavo Francisco Petro Urrego inicia cumpliendo lo prometido a la primera línea en medio de los actos vandálicos que causaron múltiples daños en toda la nación.

Violencia que se empleó para conseguir el objetivo mayor, llegar a la presidencia de la República, debe ser desmontada al igual que el odio recalcitrante y desprecio que se proyecta sobre las instituciones democráticas y las fuerzas militares. Insolencia, del comandante en jefe, con las fuerzas militares del país agrieta la conexidad que debe existir con el fuero castrense a quien parece se le está pasando factura por los falsos positivos o el cumplimiento de su deber para recuperar el orden tras los disturbios de la protesta social. Lo que ahora se vive no debe sorprender a nadie, el incumplimiento, la impuntualidad, las reiteradas ausencias y la falta de respeto son parte característica del diario vivir del megalómano y déspota emperador que cree encarnar su presidente. Colombia comienza a vivir el desencanto, etapa del enamoramiento cargada de emociones negativas que resultan de descubrir que alguien no es como se imaginaba o esperaba.

Peligroso clima de desazón e insubordinación que se respira en los oficiales retirados no habla de ruido de sables, pero sí llama a cuestionar que su gobernante tenga mayor reverencia para sentarse a hablar con el ELN que dar reconocimiento y relevancia a la cúpula militar seleccionada por el Sensei de los humanos. Tan bajo está cayendo la política internacional de Colombia que, tras la ausencia en la OEA, como respaldo a la dictadura nicaragüense, se comienza a equiparar la ilegítima Asamblea Nacional de Venezuela con el Congreso de Colombia. La actitud frente a la narco-dictadura de Nicolás Maduro y el régimen de Daniel Ortega evidencia la línea de actuación con la que cohonesta la administración Petro Urrego, que rápidamente da los pasos que hace algunos años dio el fallecido Hugo Chávez Frías. El prometido gobierno para el pueblo se comienza a desdibujar con políticas incoherentes que impactan directamente el bolsillo de las clases medias y bajas con impuestos a los productos que más se consumen, tributos a los microempresarios y contracción de los subsidios a la gasolina.

Difícil es entender que los pirómanos de ayer son los bomberos de hoy, los mismos que en 2021 incendiaban el país por una reforma tributaria y gritaban “golpe de estado”, hoy son quienes rabiosos ladran a quienes critican o se atreven a señalar y sacar a la luz pública las chambonadas de su presidente. Engaño con el que se llegó al poder, promesa de hacer un cambio de las políticas del país, se desmorona con la vergüenza vivida en la elección del Contralor o el nombramiento en embajadas de quienes distantes están de la carrera diplomática y cuyo único mérito es ser hijo de quien fue miembro de un grupo guerrillero y tenía fuertes vínculos ideológicos con el modelo comunista chino. Lucha contra la corrupción, la inequidad y la pobreza en el colectivo social colombiano prácticamente será imposible si se fortalece el amiguismo y el cinismo que prima en los acuerdos burocráticos que se establecieron con los partidos tradicionales para lograr gobernabilidad.

Reformas populistas que ahora se gestionan en el Congreso son para quedar bien con Dios y con el diablo sin importar las consecuencias, el cambio que se propuso en campaña se transforma para hacer las cosas por debajo de la mesa y con mermelada comprar el silencio cómplice de los fanáticos bodegueros que se hacen los de las gafas y encienden el bullying social. Prueba de fuego para la administración Petro Urrego será la firma de la extradición del hermano de Piedad Córdoba, insignificante acto frente a la ola de decisiones que se ven venir, en contra de los colombianos, justificadas y disfrazadas de justicia social. Por ahora egolatría de su mandatario desfasa la proporcionalidad de un cargo tan importante como el que ostenta, más importante que cumplir con las funciones públicas y comunicar adecuadamente lo que ocurre en el gobierno es cambiar el dominio de la página web de la presidencia que ahora se identifica como petro.presidencia.gov.co y para muchos pasa como un hecho desapercibido, tal y como ocurrió con el simbolismo ideológico de la posesión.

Quienes hoy se creen faros de la moral desde la retórica buscan desviar la atención y como ocurre en todos los regímenes socialistas jamás reconocen su incompetencia culpando a los otros de las pésimas decisiones que toman y condenan a pueblos enteros a la miseria, solo es revisar el caso de Venezuela para no citar a Nicaragua, Cuba, Argentina o Bolivia. Banderas que decía tener el Pacto Histórico contra el hambre, la desnutrición, la corrupción, y demás medidas populistas se desdibujan en el oscuro proceder desde el que esconden sus intenciones y se ven amenazados por quienes saben analizar muy bien los efectos de esa nefasta política, económica y social, que se gesta contra de la gente más vulnerable. Se está al frente del cinismo como conducta del político, se hace moda el fustigar al adversario y luego gobernar con el mismo argumento, legislar en causa propia y justificarse con una falacia que solo capta incautos: se desarrollará el capitalismo haciendo socialdemocracia.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.