[…] sobresaliente, entusiasta, exitoso y otras posibles «bellezas». todo esto es lo que el vulgo ha creído que es ser verraco.

Muchos de mis compatriotas se manifiestan vanidosos de sus acciones, mediante el uso del vocablo verraco; se les crece el ego y se les inflama el afán de sobresalir. En los corrillos se vuelven más elocuentes que de costumbre para contar sus «proezas» y «conquistas». Lo que ignoran ─si no todos, sí la mayoría─ es que con el término verraco se insultan a sí mismos; u ofenden a quienes se lo aplican.

La intencionalidad no es, generalmente, la de agredir verbalmente, no. Lo que ocurre es que desconocen el significado de la palabra verraco, que no es: guapo, valiente, intrépido, imbatible, sagaz, osado, triunfador, sobresaliente, entusiasta, exitoso y otras posibles «bellezas». todo esto es lo que el vulgo ha creído que es ser verraco.

Entremos en «calor». Respetable lector, ¿las siguientes expresiones le son familiares?

* «Yo soy un verraco».

* «Los colombianos somos unos verracos».

* «No nos arrugamos, somos unos verracos».

* «Fulano es un verraco».

* «Usted es un verraco, hermano».

Si usted usa alguna de ellas no se sienta ufano o vanidoso; debería, más bien, sentir pena o vergüenza. Bueno, eso en el caso de que lo explicado a continuación lo avergüence. Ser verraco es ¡ser un cerdo! Ha leído correctamente, no sea incrédulo. ¿Tiene duda, o no quiere admitirlo ni creerlo? No pierda tiempo: abra ya un buen diccionario de español. Entonces, comprobará que todas esas conductas, de las que tanto orgullo ha sentido hasta hoy, no son «una verraquera», pues eso significa que usted se proclama como un puerco, un cochino, un marrano, un porcino, un chancho, un cocho.

Ahora, si también vive usted convencido de que verraquera significa que se tiene habilidad o destreza para alguna empresa particular, lamento desencantarlo otra vez, porque verraquera es: ‘lloro con rabia y continuado de los niños’. Así que, si alguien pregona verraquera, está pregonando aptitud para el llanto; ¡dice que es un llorón!

Ahora ya tiene más claro que muchos colombianos ─sin saberlo─ proclaman su ordinariez, sus cochinadas, sus sucias conductas, sus puercos procedimientos, convencidos de que están alardeando de cualidades dignas de emular. No se puede desconocer, claro, que muchos procedimientos para conseguir metas elevadas son hechos con actitud de verraco: con suciedad, cochinadas, marranadas, porquerías…

Pero si lo que ha leído usted hasta aquí no lo «aterriza» aún, lo dejo con los dos siguientes párrafos de vieja data:

1.- «Cuando encuentres a un viajero y este te diga, confundiendo ambas cosas, que llevas no un remo sino una pala para harnear trigo, clavarás ese remo en tierra y ofrecerás un sacrificio a Poseidón: un carnero padre, un toro y un verraco».

(Canto undécimo en la Odisea, de Homero).

2.- «Los machos habían ido desapareciendo gracias a las comilonas de los pretendientes, pero quedaban más de trescientos cincuenta cerdos, guardados todos por perros muy bravos. Eumeo se hacía en esos instantes unas sandalias, utilizando para ello trozos de cuero de buey. Los pastores se habían ido para la ciudad llevando un verraco a los pretendientes». (Canto decimocuarto de la Odisea, de Homero).

Ilustro ahora ese vocablo con una anécdota: un periodista al servicio del diario El Tiempo (Colombia), tuvo un desagradable episodio hace varios años, en Cuba. Refiriéndose a Fidel Castro (cuando él gobernaba) afirmó sobre aquel dictador, delante de un ciudadano cubano: «Fidel es un verraco». De inmediato escuchó de quien lo acompañaba y guiaba por la isla una fuerte reprimenda: «Respete a nuestro presidente», le dijo, visiblemente molesto.

Después, según me contó aquel colega, le resultó incómodo y bien difícil explicarle al cubano que él no había tenido intención de llamar cerdo a Fidel Castro. Quiso hacerle entender que en Colombia se le dice verraco a alguien que hace una acción destacable. «Casi me dan el piso por cama», subrayó el periodista de la historia. Así de mayúscula había sido su metida de guayos. ¡Todo por culpa de la palabrita verraco!

Yo sé que usted, querido lector, está diciendo: «Pero Cuba es Cuba, y Colombia es Colombia; y aquí nosotros hablamos así». Pues hablamos muy mal tratándose de la aplicación de términos universales que tienen otros significados y no los que, amañadamente, les acomodamos. ¿Qué necesidad hay de cambiar la semántica de las palabras, si ya existe un diccionario consolidado del español? En ese diccionario no figura el vocablo verraco con el significado que se le da en Colombia; solamente están el significado de Cuba y otras tres acepciones relacionadas con conductas humanas.

Para resaltarse como digno de admiración y halago usted puede llamarse y llamar a otros con cualquiera de los siguientes adjetivos, en vez de hacerlo con el sustantivo verraco:

* «Soy un campeón».

* «Los colombianos somos tenaces, imbatibles, intrépidos, sobresalientes, osados…».

* «No nos arrugamos, somos ganadores».

* «Fulano es muy capaz».

O si no le gusta ninguna de estas opciones, adopte las suyas propias. Pero eso sí, constate primero que los vocablos que va a emplear no signifiquen asunto diferente a aquello que quiere decir. No tuerza los significados de los términos lingüísticos aprobados por las autoridades idiomáticas.

No me es difícil intuir que, pese a cuanto he anotado aquí, muchos seguirán diciendo que son unos verracos (lo cual los convertirá en tercos). La fuerza del hábito de usar mal ese vocablo, o el inconsciente que los delata, los empujarán a usar la palabrita porcina. Pero les queda un camino: tomar consciencia de lo cochinamente que se tratan cuando dicen ser unos verracos. En ese caso, podrán eliminar esa palabreja de su vocabulario (si no es que, en efecto, quieren referirse a los porcinos y sus marranadas).

Como voz nacional, asentada ya en el lenguaje cotidiano de los colombianos, queda la palabra berraco (con be). El panorama cambia un poco, pues con tal ortografía la palabra denota supremacía, intrepidez, sagacidad, osadía, valentía para hacer algo. Aunque no está recogida aún en el diccionario académico, valga decirlo; pero sí se diferencia de la incómoda palabra que nos desnuda como cerdos.

Hasta aquí este «chicharrón de verraco».

¡Hablar y escribir bien: el reto de hoy!

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