Conductores imprudentes, calles en mal estado y trancones que todos los días crecen, hacen de Bogotá el escenario perfecto para vivir con estrés.

Al igual que para mi esposa, el manejar en esta ciudad se me ha convertido en una de las peores experiencias posibles. El solo saber que toca usar el carro en hora pico (o a cualquier hora) me llena de un sentimiento de impotencia que no debería de sentir nadie por el solo hecho de sentarse frente al volante. Y estoy seguro que no soy el único que se siente así. Por esa razón, cada vez es más común escuchar en Bogotá frases como “Yo no volví a sacar el carro”, “Voy a comprarme una moto” y “Me monté a la bici”.

Es imposible manejar un carro en la capital de Colombia sin perder fe en la humanidad. Cuadra a cuadra el conductor se encuentra con idiotas al volante que, con cero respeto por los demás o por las normas de tránsito, hace que conducir sea una de las peores experiencias de la ciudad. Los conductores se estacionan en cualquier calle, hacen doble fila para girar y bloquean las intersecciones; lo que sea es válido con tal de llegar lo más pronto posible a su destino. Es imposible no llenarse de rabia en un ambiente como el que se vive en las calles de la ciudad.

El artículo continúa abajo

El estrés que genera manejar en Bogotá hace que quienes están detrás del volante se mantengan con una agresividad constante. Peleas, insultos y movimientos agresivos son el día a día de los conductores de la ciudad. El ambiente es tan hostil, que es casi imposible encontrar una cara amable en las calles capitalinas. Una razón más para vivir en estado de alerta máxima cuando se está detrás del volante.

Así las cosas, seguiré haciendo lo posible para no conducir en Bogotá. Tener que manejar en esta ciudad es una experiencia que quiero evitar al máximo; no creo que mi corazón aguante muchas horas detrás del volante. Espero que la bicicleta, mi fiel amiga por los últimos dos años, me siga acompañando a diario y me salve del estrés que mantiene al límite a millones.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.