Elección de Gustavo Francisco Petro Urrego trajo consigo inseguridad y zozobra en el colectivo social, temor no infundado que se ha ido ratificando en cada nombramiento, paso y acción que devela con certeza que la izquierda no construye, sino que solo destruye. Al frente del gobierno está un Pacto Histórico de políticos que tenían la solución para los problemas del país, y ahora que están en el poder no saben ni dónde están parados. Complejo ha resultado, para la nación, asumir lo que trajo al futuro colombiano una administración que desde el día uno se ha dedicado a mandar un mensaje de inestabilidad e incertidumbre económica en el corto, mediano y largo plazo. Si bien hay factores internacionales en el fenómeno de devaluación, y las consecuencias financieras que ello acarrea, no es menos cierto que el 80% de condicionantes de la crisis es atribuible a su mandatario y el equipo ministerial, agentes gestores que no se ponen serios y empiezan a trabajar, pues aún no comprenden que a punta de palabrería barata no es que se gobierna.

Pasan los días y Colombia se defrauda del cambio prometido, quien como legislador y candidato era el primero en criticar, hoy, como su presidente, parece estar encartado con el poder, le hace falta nombramientos en puestos estratégicos, carece de asesores competentes y se le caen proyectos de ley por falta de votos. Ausencia de preparación para gobernar se complejiza al tener en el mando a quien dice ser graduado de economía, pero demuestra que no sabe absolutamente nada de la misma. Fanatismo que busca hacer creer que la subida del dólar es culpa de la crisis mundial y atañe que baja gracias a Gustavo Francisco Petro Urrego, es el que propaga un culto de incautos que eligieron una apuesta política que decía tener una reforma tributaria que pagarían los más ricos, pero en el fondo le sube el costo de vida a todos, pues se están proyectando impuestos indirectos que serán pagados en mayor proporción por las clases menos favorecidas.

Búsqueda de alternativas para estabilizar el país requiere de tácticas que inyecten bríos a una economía débil que ha basado su desarrollo en los commodities y no en el valor agregado. Dependencia de los capitales internacionales, en este entorno de coyuntura, conduce a la pobreza progresiva, ruina glocal que trae consigo más desempleo en un momento en el que testarudamente se quiere aprobar una reforma tributaria para acabar de hundir al ciudadano. Discurso de su mandatario que insiste en hablar de “cambio”, justicia y equidad social, no es congruente con un dólar que ya supera los $5.000 y está conexo a un ambiente de inflación en una nación en donde los insumos, y una amplia mayoría de los activos de la cadena de producción, son importamos. Biósfera de caos que circunda a Colombia está siendo ocasionada por un gabinete de activistas que abiertamente se ha declarado enemigo del orden económico mundial, y las consecuencias ya se ven materializadas en las clases populares que son las primeras afectadas.

Nada descabellado resulta observar economías dolarizadas como la ecuatoriana y dar el paso que corresponda para atenuar el incendio que aviva un continente inclinado, e ideologizado, a la izquierda, políticamente hablando. Declaraciones disonantes, amenaza energética y reformas propuestas por Gustavo Francisco Petro Urrego, y su equipo de trabajo, hoy se revierten ante un colectivo social que cada día pierde su poder adquisitivo, sujetos para los que el salario mínimo ya pasó de 270 dólares a menos de 200 en tan solo 89 días de gobierno. Bomba de tiempo va camino a detonar con un pueblo que fue llevado a las urnas engañado y esperanzado en promesas falsas, jóvenes que creyeron en ideales revolucionarios y terminaron delinquiendo en nombre de causas sin mayor sustento real. Consecuencia del incendio, saboteó y generación de terrorismo, que se propició con las primeras líneas, son los 14 años de condena que esta semana se profirieron contra alias “19”, y tres integrantes de ese grupo, por tortura y concierto para delinquir.

Vandalismo e insurrección que se toma a Colombia es producto de la mentira y manipulación de su presidente, mezquino personaje que posa de salvador de la vida, ataca las barbaries perpetradas por las fuerzas de derecha, pero tiene en su haber los actos acaecidos cuando estuvo activo en los grupos subversivos. Difícilmente será adalid de la decencia quien pretende que Colombia olvide que desde el M-19 se ejecutaron asesinatos, secuestros, violaciones y desplazamientos, moral desde la que ahora se habla de paz total y se propone indultar a quienes no cumplen la ley y han hecho daño a la sociedad. Promesa de “cambio” y justicia que se desdibuja desde un imposible deontológico que delinea justificaciones para la maldad política y la corrupción que avala el invitar a Venezuela a regresar a la comunidad andina de naciones cuando es de público conocimiento que el régimen chavista no respeta los derechos humanos, impide la democracia y no permite la oposición y menos la prensa libre.

Mal le queda a quien sueña ser reconocido como “potencia mundial de la vida” reunirse a respaldar y negociar con el mayor dictador del continente, el mismo que es investigado por delitos de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional, buscando ser abanderado de la ética. Gobierno que prometió el “cambio” no es más que una proyección de las viejas políticas, prácticas clientelistas que como siempre prometen atacar la corrupción, luchar contra el crimen, propiciar la prosperidad y sucumben en el decrecimiento para ofrecer subsidios en lugar de oportunidades. Complejo resulta al petrismo mantener una apuesta de gobierno ofreciendo mermelada, negociación con todos los partidos sobre la base de acuerdos que dejan al margen los intereses del pueblo, componendas que impulsan una reforma tributaria que grava los alimentos y miles de elementos que golpean la capacidad adquisitiva del ciudadano. Crítica que se hacía a administraciones anteriores son iguales o peores para ellos ahora en el poder, anacronismo burocrático que se escuda culpando al periodismo de desinformar al colectivo social.

Carencia de memoria de los colombianos es la que permitió exigir con paros violentos milagros a pesar de la pandemia, y ahora es cómplice del desastre económico del desgobierno de la administración Petro Urrego. Miopía de los fanáticos de izquierda es la que apoya que la coalición del Pacto Histórico encarezca los productos que consumen los más necesitados, evidencia del desespero por recaudar dinero como sea sin importar el cómo; le venden el alma al diablo para imponer una agenda mientras se autodenominan el gobierno del “cambio”. Imposición de intereses ideológicos olvidando a las verdaderas víctimas, sevicia de egoísmo que ya propicia el asesinato de 56 líderes sociales en casi 3 meses que llevan en el poder, espiral de violencia que les servía antes de estandarte para hacer escándalo, paros y vandalismo cuando uno solo moría.

Populismo que tomo por eslogan de campaña a la presidencia “hasta que la dignidad se haga costumbre” es hoy el fiel reflejo de la férrea incapacidad de gobernar por parte de un demagogo que está causando el peor perjuicio, en años, a la economía colombiana. Empobrecimiento del país entero está respaldado por una masa petrista que sigue el sofisma de un libreto preconfeccionado por un comité de aplausos que considera como el peor enemigo a quien no comparte sus ideales, y por ello lo ataca en jauría. Incoherencia de la izquierda es defender la dictadura venezolana y condenar la democracia colombiana alternada por liberales, conservadores y movimientos de derecha; exigir cárcel para los policías y militares, pero pedir perdón social para guerrilleros, narcotraficantes y milicias urbanas -primeras líneas-; endilgar crímenes de lesa humanidad a las fuerzas armadas, pero minimizarlos como “errores” si son perpetrados por la guerrilla; lista larga de utopías que tienen al país caminando como el cangrejo rumbo al abismo que significa el socialismo progresista que representa Gustavo Francisco Petro Urrego.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.