La alerta amarilla en toda la urbe, y naranja en ciertas zonas del occidente, no sólo no me sorprende, sino que considero que se tardó bastante en llegar. Hace rato nos estamos intoxicando.

Soy un caminante consumado – y consumido por lo visto – de toda la vida. He tenido que “chupar humo” por años y años. Desde un buen tiempo para acá también recorro en bicicleta la ciudad. Aunque cada día he visto cómo aumenta el número de gente con tapabocas y máscaras, nunca pensé que yo llegaría a ponérmelas. Cuando acabe de escribir estas líneas lo primero que haré es comprarme una.

Dramático. Complejo. Fuerte.

Siempre trato de ver el lado positivo de las cosas. Crisis en mandarín se escribe con dos pictogramas que significan “peligro” y “oportunidad”. En este caso más que nunca entiendo a los chinos. Nos estamos matando; así de peligroso es el cuento. Si no hacemos algo – y pronto – terminaremos viviendo en una pesadilla como lo hacen millones de enmascarados en el gigante asiático.

¡Qué triste que, en una de las ciudades más verdes del planeta, Bogotá, tengamos que llegar a estos extremos! Lo bueno es que la solución está en nuestras manos; llegó la hora de la Energía Limpia (www.energialimpia.co). Seamos oportunistas en el sentido completo de la palabra.

Celebro que la administración haya tenido el coraje de decretar la alerta. El primer paso para resolver un problema es aceptarlo. Acá tenemos uno muy serio.

Juan Daniel Correa

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Lo cual no quiere decir que, así como lo hemos hecho por décadas con partículas contaminadas, nos resignemos a seguir tragando entero. Que Transmilenio sólo contribuye un 1,8 % a la contaminación del aire es notificar una verdad a medias para argumentar lo que no es justificable. Es parecido a una de las fábulas del alcalde cuando dice cosas como que los nuevos buses de Transmilenio son “lo más avanzado en el mundo en términos de aire limpio” (Twitter, 2 de noviembre de 2018).

Sin importar que el porcentaje sea bajo, 2,6 millones de bogotanos utilizan el sistema a diario y están expuestos a las partículas que emanan, y muchos más pasamos a pie o en nuestra bicicleta al lado de los vehículos articulados. Comprar una flota de buses diésel cuya tecnología es obsoleta – y prohibida – en el continente (que no es sólo en un país) de donde proviene, Europa, es a todas luces un despropósito.

De sobra peor son los ineficientes, dañinos y peligrosos adefesios del SITP Provisional, legado de Gustavo Petro, uno de los próceres de este país y principales candidatos a ejercer la presidencia (así se compruebe su ineptitud y “oscuridad contaminante” por todos los medios). El importe del SITP (Zonal y Alimentación) a la contaminación del aire es de 8% lo que se agrava sobre manera sumándole los 13,62% del Transporte Público Colectivo.

Así las cosas, con la información exhibida por la Secretaría de Movilidad (encontrada en el artículo de EL ESPECTADOR: Emergencia ambiental en Bogotá: esto es todo lo que hay que saber), el transporte público de la ciudad representa 23,42% de la contaminación por partículas PM 2.5, las más pequeñas y nocivas para la salud.

Esto es una magnitud significativa.

Por su parte, los camiones, camperos y camionetas, y los vehículos de transporte especial (¿a qué se referirán?), proporcionan la mayor parte de veneno al coctel. ¿Y las motocicletas? Una peste completa (en especial las de dos tiempos).

¡Qué horror!

Me reitero, enhorabuena haber reconocido la calamidad. Mejor aún tener la entereza de enfrentarla. Sólo por asuntos de movilidad, el pico y placa todo el día – e inclusive los fines de semana (ojalá se vuelva una medida permanente al menos los sábados) –, así como las restricciones a vehículos pesados en ciertas zonas son grandes decisiones. Ayudarán también bastante en términos ambientales.

juan Daniel Correa

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Más allá, hay que tomar medidas de fondo. Tanto el distrito como los ciudadanos. A esta administración, y a las que vengan legitimadas con nuestro voto, les toca ponerse las pilas. No queremos más “cuentos chinos”. Exigimos medidas concretas. Queremos un aire limpio.

Y en cuanto a la gente, no se trata de vender la moto, o de quemarla, ni de bajarse del vehículo particular que tanto esfuerzo costó adquirir. Sí de revisarlo y si contamina demasiado de arreglarlo. Si pertenece a una empresa y/o es un vehículo de trabajo, con más veras si es un camión, es hora de pensar en cambiarlo, de invertir, de valerse de los créditos y facilidades que hay para ello. De compartir el coche. De montar en bicicleta (así toque por un tiempo con tapabocas). Y si la decisión es comprar, volcarse a tecnologías eficientes y limpias. Mejor si son carros, motos o bicicletas eléctricas.

Es fácil echarle la culpa a los dirigentes que, al fin y al cabo, elegimos. Sí que la tienen. Sin embargo, si no hacemos la tarea nosotros, si no cambiamos de actitud y hábitos, es absurdo exigirles.

Lo bonito del cuento – que, por supuesto, tiene su lado positivo como el más afortunado de los panoramas chinos – es que, si lo hacemos, sin duda progresaremos, ahorraremos y ganaremos. No sólo estamos ante la posibilidad de mejorar el aire que respiramos, sino, en realidad, nuestra calidad de vida en términos sociales, ambientales y económicos. Apostémosle a la Energía Limpia.

Juan Daniel Correa Salazar

Director de www.energialimpia.co

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.