Lo que está pasando con Hidroituango es una cruel respuesta a la cuestión. El agua, renovable en esencia, también se agota y se contamina. Es imperativo cuidarla, dejarla correr como dice la canción. Si bien durante mucho tiempo las represas de gran tamaño fueron consideradas – e incluso concebidas – como fuentes de producción limpia, actualmente en el estado en el que se encuentra la humanidad, los problemas en la construcción y desarrollo de proyectos hídricos de alcance masivo, saltan a la vista.

Ver cómo el nivel freático del río Cauca llega a un 10% aproximado de su cauce normal es desolador. Ya se habla de ecocidio. Más de 6,000 peces muertos en las orillas proporcionan una imagen de frustración y desesperanza. Todo por cuenta de un proyecto energético que ha salido mal. Al que aún le falta un buen trecho para que entre en funcionamiento. Duro, difícil.

Estoy seguro de que las Empresas Públicas de Medellín (EPM) – que, por cierto, han hecho bastante por la energía solar, eólica, el transporte sostenible y, en general, por la energía limpia en Colombia – pensaron y diseñaron una iniciativa importante para la economía del país. Un sueño.

Lastimosamente la sostenibilidad no sólo es económica; quizás faltó más consideración a dos de las tres patas que la sostienen, literalmente: la social y la ambiental. Conociendo a la empresa y su trayectoria, apostaría a que, aunque los cálculos salieron mal, también tuvieron en cuenta estos factores. Las decisiones desacertadas de ingeniería, el ritmo acelerado de la construcción y la presión, ejercida desde varios frentes, ayudo para que los problemas se agudizaran. Hoy, Hidroituango es una tragedia, una pesadilla.

Juan Daniel Correa

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El hombre aprende a los golpes. La naturaleza no sólo es sabia, sino que tiene sus límites. No aguanta más. Los grandes proyectos hidroeléctricos, definitivamente, ya no son limpios. Ocasionan devastadores efectos sobre la pesca, limitan el acceso al agua, aumentan la deforestación, cambian los cauces y ciclos naturales de los ríos; y producen complicados conflictos para las poblaciones.

Lo cual, de ninguna manera, debe condenar – o satanizar – a las pequeñas y medianas centrales hidroeléctricas, por siempre limpias. Sería maravilloso ver muchos más proyectos sustentables de energía hídrica, en proporciones convenientes.

Como el que www.energialimpia.co tuvo la oportunidad de conocer y documentar hace unos años en el especial Energía en el Paraíso sobre el pueblo Embera de El Yucal en Nuquí, Chocó.

Hace poco recibimos noticias de la comunidad indígena a la que la energía le cambió la vida. La micro central hidroeléctrica funciona correctamente y es operada en forma eficiente por los propios emberas. Afortunadamente aún hay suficiente agua para energizar a Colombia.

juan Daniel Correa

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Lo que no podemos hacer es abusar de los recursos que nos dio esta tierra. Más allá de la calamidad de Hidroituango existen desastrosas problemáticas asociadas al abuso hídrico en el país. El río Cauca, famoso en este momento por la catástrofe, por poner un simple ejemplo, es uno de los afluentes que más mercurio – si no el que más – contiene en el mundo por causa de la minería artesanal, ilegal (y en muchos casos, criminal) de oro. Asunto que no comenzó ayer, ni siquiera antier, sino que lleva décadas contaminando el medioambiente y que, actualmente, es una hecatombe de proporciones bastante más calamitosas que las del fallido proyecto de EPM.        

Qué penoso panorama. Triste. Dramático.

Como reza la sabiduría popular, “no hay mal que por bien no venga”. Es hora de que aceptemos los errores, de que tengamos el valor de reconocerlos. Es hora de buscar soluciones. Es hora de volcarse a la energía limpia, LIMPIA de verdad: eólica, solar, hidráulica en dimensiones apropiadas, ¿cómo no?; hora de “cambiar el chip”.

Sin fanatismos tampoco, comenzar a disminuir el consumo de diésel, de gasolina, de carbón; de pedalear, de buscar alternativas amigables con el entorno natural y, sobre todo, de dejar de contaminar. ¿Quién se apunta?

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.