El consenso tanto de la derecha como de la izquierda a cinco meses de posesionado el presidente Duque es tener un gobierno sin grandes propósitos y carente de un liderazgo con rumbo claro.

Lo de la economía naranja y la factura electrónica suenan pertinentes para programa de ministerio pero no como derrotero de gobierno.

Qué decir de la improvisada agenda legislativa de 2018 sin reforma a la justicia y con propuesta de un IVA a la canasta familiar apenas perfecta para perder las elecciones de 2019 por parte de sus defensores.

Tocar el bolsillo unió a todos los colombianos, a los gremios y hasta a los declarados enemigos del Polo y el Centro Democrático.

Había que enderezar el rumbo o adquirir uno y el norte al parecer -¿sin desearlo?- lo dio la criminalidad atroz de un Eln sobre el que ahora es viable tener una postura política contundente -si Duque lo decide y no solo el uribismo lo desea-, que le permitiría al gobierno reactivar la agenda de seguridad que parecía resuelta tras el acuerdo de paz.

El rechazo al terrorismo puede volver a unir a los colombianos como lo pretendió para su gobierno con la paz el presidente Santos. Duque no tenía agenda y acaba de llegarle una para navegar varios elementos desestabilizadores.

A nivel internacional enfrenta un gobierno venezolano aislado continentalmente pero armado y con respaldo de Rusia y China y con una economía quebrada que impacta a Colombia; también un gobierno de Trump entretenido con el muro mexicano que no tenía como prioritario el respaldo al país –porque ¿cuál era nuestro atractivo-amenaza tras resolver el conflicto armado-?, quedaba el narcotráfico. Ahora se le vuelve a ofrecer a los Estados Unidos el discurso de la lucha contra el terrorismo para volverse necesario en la agenda presupuestal, como en 2002 con el primer gobierno de Uribe y el presidente Bush.

A nivel local superviven bandas criminales y disidencias armadas de las Farc que se fortalecen gracias al macro-micro-narcotráfico que ni Uribe ni Santos en diez y seis años pudieron acabar; persiste también un Eln con capacidad de ejecutar actos terroristas y sobre cuyo proceso de negociación a favor o en contra hay espacio en la opinión.

Y al parecer hay un sector del establecimiento que según la teoría conspirativa o del ‘fuego amigo’, tiene la capacidad de conocer y permitir que ocurran hechos terroristas a costa impunemente de jóvenes estudiantes de policía.

Es llamativo que nadie salga estos días a enarbolar las cualidades de inteligencia de nuestras autoridades y por el contrario se reclamen mayores esfuerzos y presupuestos y se redoble la seguridad y las requisas y los controles como si los criminales respetaran esas pautas.

¿A quién beneficia el crimen así no lo ejecute? Cui prodest, se preguntaban los romanos y se cuestionan investigadores, penalistas y políticos. El fiscal es un gran ganador porque ahora puede dedicarse a revelar los nombres de terroristas. ¿Era él el cuestionado de Odebrecht?

El Centro Democrático vuelve a tener un tema propio y vigente con el que las bases del partido pueden llevar a la gente a ‘votar verraca’ de aquí a octubre en las elecciones regionales, si logran que el miedo supere las lógicas locales más cercanas al clientelismo de supervivencia y conveniencia que al deseo de seguridad.

Hasta le sirve a Petro tras el video del conteo de billetes, porque la unidad contra el terrorismo le gana a la unidad contra la corrupción -donde no hay unidad-, porque si bien las marchas son legítimas, no lo es que las protestas las promuevan principalmente quienes denuncian una corrupción justificando otra; que hay una mayor donde se roba más y una menor donde se roba menos; una de derecha que hay que condenar porque la hacen los ricos y una de la izquierda que hay que perdonar porque los pobres necesitan medrar.

A los de la lucha anticorrupción que ganaron las elecciones parlamentarias y promovieron una consulta sabiendo que no podían disminuirse los sueldos de los congresistas, para así llevar a la gente indignada ‘a votar verraca’, les quedará más difícil incorporar al imaginario colectivo que la necesaria moralidad en el accionar público es más importante que la seguridad y la integridad física de los ciudadanos, al menos por un tiempo.

El terrorismo es un tema que se defiende solo porque el miedo es primario y si los medios tradicionales no registran marchas y protestas, es inevitable que por el terrorismo sí lo hagan y le brinden más micrófono a quienes defienden la seguridad y más en un año electoral.

La esperanza es un valor más elaborado y por eso más intangible y lejano. Y si bien no son temas excluyentes, el miedo parece ser una cobija democrática más amplia que el deseo de cambio moral.

No hay que decirse mentiras, el primer bien básico es la integridad y la vida porque muertos no hay corruptos, ni indignados, ni políticos que los persigan y condenen, ni acusadores, ni vencidos.

Muertos todos, no hay con quien pelear y si el acto terrorista fue contra la policía que cuida a los ciudadanos de a pie, pues la sensación es que somos más inermes hoy.

Al parecer quiere aprovecharse una nueva agenda a costa del sufrimiento y la injusta sangre derramada de jóvenes policías bien intencionados, víctimas sobre quienes cayó una violencia indeseable y que sin distingo e intención política, todos debemos rechazar.

*Analista Político. Internacionalista y Magíster en problemas políticos y económicos (Universidad Externado- Academia Diplomática -IAED)

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.