Conocedora de los más bellos paisajes de Toche y Anaime, Eniht Johana Torres Tamayo ofrece los recorridos por los lugares ecoturísticos de estos corregimientos de Ibagué y Cajamarca (Tolima), y aunque no es tolimense, sus momentos más difíciles y, ahora los más felices, los ha vivido en estas montañas.

Es de esas mujeres que han tenido que sufrir, pues la violencia la desplazó, la dejó viuda, sintió de cerca la muerte, pero el deseo de supervivencia, de luchar por dos bebés la sacó adelante, trabajó en oficios varios y ahora maneja la agencia Vulcano Travels.

Nacida en Andes (suroeste antioqueño), Johana Torres se crio entre los cafetales, pues sus abuelos y gran parte de su familia tenían fincas productoras de este grano que ofrece la bebida nacional de los colombianos.

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En marzo del 2000 decidió, junto con su hermana y unos primos, viajar al Tolima; en plena cosecha arribó a Rovira y fue entre los cultivos que el amor llegó a su vida, conoció a José Fabián Torres, el padre de sus dos hijos.

Con una relación fortalecida y con la administración de una finca, llegó su primer hijo, la felicidad de una unión que llevaba dos años, una bendición.

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Pero la violencia irrumpió el hogar y un día, en el 2002, cuenta Eniht Johana que llegaron los paramilitares, “sin darnos cuenta estábamos dentro de la violencia”.

Su esposo, al ser nativo de Roncesvalles, fue señalado como colaborador de la guerrilla, ya que en ese municipio operaba gran parte el Frente 21 de las Farc, así que el Bloque Tolima de las autodefensas lo tomó como infiltrado.

No hubo amenazas ni un ultimátum, solamente irrumpieron a la finca, les hicieron algunas preguntas, vieron a su bebé de nueves meses y a ella que llevaba cinco meses de embarazo y se llevaron a su esposo, nunca más lo volvió a ver.

Durante dos meses esperó el regreso de su marido, entre las montañas, en esos cafetales donde encontró el amor de su vida y engendró sus dos hijos, pero perdió todas las esperanzas y tuvo que huir, ahora la esperaba una nueva vida en Cajamarca.

Cuenta que fue difícil reiniciar, pues a los sitios donde llegaba la veían embarazada y con un niño en brazos, también la empezó a afectar la falta de educación y la experiencia laboral.

Cuando nació su segundo hijo consiguió quien se los cuidara y empezó a trabajar en los restaurantes sobre la avenida Panamericana, fue mesera, peló papas, le tocaba trabajar fuerte para alimentar a sus hijos.

En esa época se ganaba $440 mil, dinero que apenas le alcanzaba para pagar arriendo, la niñera y la comida, no podía cubrir otras necesidades, así que le llegó la oportunidad de trabajar en una finca.

No lo pensó dos veces, pues allí, aunque solamente le pagarían 70 mil pesos, podía cuidar a sus hijos, no tenía que pagar arriendo y tendría comida para todos.

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El Machín

El inicio del nuevo milenio también trajo zozobra a los cajamarcunos e ibaguereños por la actividad sísmica del Volcán Cerro Machín; pero esto, en vez de asustar a Johana, le generó ganas de aprender más sobre él.

“Hicieron reuniones de cómo se debía manejar el tema, no creía que vivía frente a un volcán, aprendí un poco y hasta fui presidenta de Junta de Acción Comunal, empecé a ir a todos los rincones de Toche porque hacían censos para conocer más del territorio y aprendía de profesores.

“Para esa época tampoco tenía idea de turismo, una palabra nueva, en esas salidas llegué al Alto de la Línea y conocí el camino nacional, se me hizo raro que existiera en el bosque de niebla, eso me ayudó a interesarme en la historia”, cuenta Johana Torres.

Con los conocimientos adquiridos, empezó a servir de guía a los turistas, la mayoría extranjeros. Y para hablar mejor, decidió terminar su bachillerato, de ahí llegaron los cursos con el Sena y una tecnología.

Dio la casualidad de que en una salida hacia La Línea conoció al profesor e historiador de la Academia del Quindío, Álvaro Camargo, quien recopilaba algunos tramos que habían de Ibagué hacia Salento y así aprendió más.

Y las personas indicadas llegaron a su vida, pues conoció acerca de la biodiversidad y de la Palma de Cera con el profesor Rodrigo Bernal y también llegó la profesora Natalia Gámez con quien aprendió acerca del turismo.

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La montaña, aquella que a inicios del milenio le quitó parte de su vida, de sus sueños y la hizo conocer de frente la violencia, ahora le devuelve alegrías, conocimiento y una nueva familia, pues gracias al Volcán Cerro Machín, el que la hizo interesar en este tema, le dio un nuevo amor.

“Hace tres años conocí a mi compañero, y me lo trajo también el volcán, él es un geólogo geofísico. Estaba haciendo estudios en el Machín y yo hacía mi trabajo, un día coincidimos y empezamoa a salir; por eso digo que la montaña siempre ha traído cosas buenas”, puntualizó Johana.

Turismo en Anaime

Cajamarca cuenta con uno de los mejores paisajes para apreciar los frailejones, se trata del Páramo Chilí – Barragán, en el corregimiento Anaime, lugar donde nace el río Anaime, por donde ingresaron los primeros pobladores de Cajamarca, quienes se asentaron en este corregimiento, hasta que fue trasladada al lugar que hoy ocupa.

En este cañón, los habitantes ya son conocedores del potencial turísticos con el que cuentan, son campesinos que trabajan la tierra, pues Cajamarca es denominada ‘La Despensa Agrícola de Colombia’.

Esta zona también es visitada por Johana Torres, quien ofrece rutas para conocer Anaime – Chilí, la manera en que se transforma la vegetación, pues a medida que desciende, cambian los frailejones por las palmas de cera, orquídeas y luego las zonas de cultivos, sus aguas y cascadas; un paisaje del que se enamoran los turistas, en su mayoría extranjeros.

Dato

Uno de sus hijos se interesó por el aviturismo, esto luego de una expedición a la que fue por Tochecito, y al ver la variedad de aves se enamoró de ellas y se dedica a estudiarlas.

En Facebook, aparece la agencia como Vulcanos Travel, donde pueden escribir para solicitar visitas guiadas y también pueden comunicarse vía whatsapp al número 350 517 3283