En las últimas horas, el padre de Valeria Afanador, Manuel Afanador, compartió nuevos detalles sobre lo que vivió junto a su familia el día de la desaparición y posterior hallazgo sin vida de su hija, en declaraciones entregadas al programa En Aguas Profundas de Caracol Televisión, conducido por la periodista María Elvira Arango. Sus palabras se suman a un caso que aún no tiene respuestas definitivas y que ha generado fuertes cuestionamientos hacia el colegio donde estudiaba la menor y hacia la investigación de la Fiscalía General de la Nación.
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Valeria, de 10 años, desapareció el pasado 12 de agosto de 2025 en las instalaciones del colegio Gimnasio Campestre Los Laureles, en Cajicá, Cundinamarca. La última vez que fue vista se encontraba en el recreo, cuando recibió un balón del profesor de educación física y se dirigió sola hacia la zona deportiva. Tres horas después, el primer reporte de su desaparición fue entregado a familia, a quien se le notificó de su ausencia a las 12:50 p. m., pese a que desde 10 de la mañana los profesores encargados y estudiantes notaron la irregularidad.




La búsqueda se extendió durante 18 días e involucró a familiares, autoridades locales y organismos de emergencia. Finalmente, el 29 de agosto, el cuerpo de Valeria fue hallado en el río Frío, a unos 300 metros de la institución. El informe forense determinó que murió por ahogamiento, sin signos de violencia ni alteraciones en su ropa. Sin embargo, la familia rechaza la hipótesis de que la niña saliera sola de la institución y sostiene que detrás de su muerte hubo intervención de un tercero. Hoy, el proceso judicial se centra en dos hipótesis: las presuntas omisiones del colegio y la posible participación de una persona externa.
Lo que dijeron hermanos de Valeria Afanador por su desaparición y hallazgo
Para los hermanos menores de Valeria, los días posteriores a su desaparición y muerte marcaron un antes y un después. Manuel Afanador recordó en la entrevista que su hija era descrita por ellos como el centro de la familia. “Una niña alegre. Le gustaba bailar, le gustaba tararear canciones. Tenía a sus cuatro abuelitos vivos y era la niña consentida de esa familia. Ella era el eje central de la familia”, relató.
La dinámica familiar, según explicó, giraba en torno a Valeria, quien nació con síndrome de Down. Su padre precisó que su llegada fue un momento muy esperado y que era su primera hija. “Valeria llegó a este mundo sin que nosotros supiéramos que tenía síndrome de Down. Fue un bebé buscado, deseado, demasiado amado”, dijo. Ante esa realidad, los padres decidieron que ella no debía crecer sola y por eso, dos años después, llegaron los trillizos: Santiago, Emanuel y Gabriel. “Gabriel es el mayor, Emanuel es el menor, ellos son muy cercanos y Santiago tenía esa conexión muy especial con Valeria, muy especial: jugaban, peleaban, bailaban, pintaban…”, contó.
El papá de la menor relató que, al perderla, los tres niños no entendían cómo su hermana había desaparecido. Tuvieron que explicarles que Valeria se había perdido en el bosque. “Era un discurso manejar con los niños, porque un niño de 8 años no entiende qué pasa. Tratábamos de decirles: ‘No sé, de pronto Valeria se fue al bosque y la vamos a encontrar’”, expresó. Sin embargo, las preguntas no cesaban: “Los niños empezaron a preguntar por su hermanita: ‘¿Pero por qué se perdió en el bosque?’, ‘¿Por qué se fue para allá, si allá es oscuro? A ella no le gusta la oscuridad, ni el agua fría’”.
Afanador reveló que decidieron no ocultar la información a sus hijos desde el 12 de agosto, cuando empezó la inesperada búsqueda sobre el medio día. Para Manuel, esa jornada comenzó habitualmente, sin nada extraño: “Ese día los llevamos normal, desayunaron, se levantaron normales. Yo me fui para mi trabajo como siempre. Le di un beso y un abrazo como siempre”, contó. Sin embargo, la rutina cambió abruptamente cuando su esposa recibió una llamada del colegio. “Sobre las 12:40 me hace una llamada mi esposa, me dice: ‘Me llamaron del colegio, me dicen que Valeria no aparece’. Y yo, ‘No, pues vete para el colegio, pero debe estar por ahí, debe estar escondida en un baño, algo así’. Mi esposa llega al colegio, sobre las 12:50, y me dice: ‘Manuel, la niña no aparece’”.
El padre no dudó en lanzarse a la búsqueda personal. “Llego, me meto al río, su nombre bien lo dice, es río Frío. Es un río que no es profundo en esa zona, donde está colindando con el colegio, pero es un río muy fangoso. Empiezo a buscarla en un perímetro de más o menos unos 15 metros sobre la zona del colegio. Caminando, con la angustia, no tenía frío, no tenía nada. Duré algo más de 32 minutos sumergido y salgo y le digo a mi esposa: ‘La niña no cayó al río, la niña no está ahí. Si se hubiera caído no pasaba de acá y ya la busqué, no está acá’”.
A pesar de que en los días siguientes se desplegaron múltiples operativos, la familia siempre sostuvo que Valeria no pudo haber salido sola del colegio. Afanador explicó que existían mallas electrosoldadas que rodeaban el lugar, y que la hipótesis de que la menor hubiera cruzado sin dificultad era extraña. “Ella no iba a pasar sola por debajo de una malla donde le iba a tocar hacer esfuerzo, no iba a pasar sin hacerse un rasguño, sin rasparse, sin romperse el saco, sin que se le quedara un zapato o se le enredara el pelo”, dijo.
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La búsqueda se extendió por 18 días, con apoyo de bomberos, defensa civil, Ejército, Policía y voluntarios. “Desde el primer día hubo apoyo de la comunidad, las autoridades, la gobernación, todo el mundo buscando. El país entero estaba haciendo fuerza”, relató. Sin embargo, pese a que la zona fue recorrida varias veces, el cuerpo de Valeria fue hallado el 29 de agosto en el río, a tan solo 300 metros del colegio. El padre cuestionó cómo fue posible que, a pesar de los esfuerzos, el hallazgo se diera en un lugar que ya había sido inspeccionado. “No entendemos en qué momento entregamos a nuestra hija en la puerta de un colegio y la recogimos en una morgue. ¿En qué momento se desapareció y la niña andaba sola por el colegio y nadie se dio cuenta?”, señaló.
El impacto fue profundo. Según contó Afanador, tras descubrir su muerte tuvieron que buscar apoyo psicológico para los pequeños. “Santi el domingo decía: ‘Mamá, yo quiero volver a escuchar a Valeria’. Sus hermanitos dijeron: ‘Pero es que nosotros somos seis, no queremos ser cinco’. Eso es muy duro”, manifestó. Para la familia, la ausencia de Valeria se transformó en una herida difícil de explicar a los niños, quienes percibían con claridad que ya no volverían a jugar ni compartir con ella.
La nueva decisión que tomó la familia tras el hallazgo de Valeria Afanador
Manuel Afanador reveló que el hallazgo del cuerpo no cerró el dolor de la familia, sino que abrió nuevos temores y decidieron salir de Cajicá. “(Los hermanos) salieron del colegio. Tuvimos que salir de la ciudad por miedo. Para mí, Valeria la asesinaron. Estamos hablando de un homicidio agravado y no sabemos qué hay detrás”, dijo en el programa.
Aunque aclaró que no ha recibido amenazas ni tuvo problemas personales, Afanador explicó que no sabían si existían riesgos vinculados con el entorno escolar. “Yo soy una persona supremamente trabajadora, no tengo problemas, no tengo dinero, nunca recibí una extorsión. Pero no sabemos qué problemas tengan personas del colegio. Entonces, el miedo a que nos hagan algo nos llevó a estar por fuera de la ciudad, tratando de rehacer una vida que se rompió”, afirmó.
El padre insistió en que la hipótesis de un accidente no lo convence. “Había algo atrás, detrás de la malla había una persona. Es que Valeria no se iba a salir sola”, enfatizó. La investigación, por ahora, sigue en curso con dos hipótesis: una relacionada con las omisiones del colegio y otra sobre la eventual participación de un tercero. El abogado Julián Quintana explicó en declaraciones a medios que se mantienen abiertas ambas líneas: “La primera, la responsabilidad de los empleados y de la rectora del colegio por las graves omisiones; y la segunda, un tercero en el lugar de los hechos que haya sido la persona que produjo el deceso, la muerte, el homicidio de Valeria”.
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