La sangrienta emboscada que les costó la vida a siete policías en el corregimiento de San Luis, a cuatro horas de Neiva, removió las fibras no solo de la Policía, sino de los colombianos y puso sobre la mesa el debate que hay sobre la idea de “paz total” que quiere materializar el presidente Gustavo Petro.

Todo el país se ha manifestado en diferentes orillas, desde quienes, como el expresidente Álvaro Uribe, descalifican la “generosidad” del Gobierno, hasta los que, en el seno del Gobierno, como el propio presidente Petro, aseguran que ese atentado también es un ataque a su proyecto.

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Pero quizá las voces más importantes y que menor difusión tienen son las de las familias de los uniformados inmolados. Luis Alberto Sabi, padre del patrullero Luis Alberto Sabi Gutiérrez, al que solo le faltaba año y medio para salir de la Policía, es uno de ellos.

El hombre, acongojado, habló sobre su hijo, pero también le hizo una pregunta crítica al presiente Petro.

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“Él lo que decía y quería desde muy pequeño era ser agente de la Policía”, dijo Sabi sobre su hijo en Noticias Caracol. “Cumplió su sueño hasta ayer, cuando fueron masacrados estos muchachos. El propósito de él era pensionarse. Me decía: ‘Papá, a descansar unos días y mirar a ver qué hago’”.

El adolorido padre también aseguró que no podía perdonar a los autores de la masacre ejecutada cuando los uniformados regresaban de Neiva, en donde habían estado en una actividad social, al corregimiento de San Luis, en cuya estación estaban prestando su servicio.

“Yo no los puedo perdonar, porque no soy Dios. Que sea Él el que los perdone. Solamente el dolor lo siente el que lo tiene”, dijo en el informativo, compungido.

Después, se dirigió al presidente Petro: “Yo al presidente le pido por favor: presidente Gustavo Petro, ¿este es el cambio que queremos los colombianos? Se han venido llevando a cabo ciertos atentados, pérdidas de vidas de los agentes de Policía. No sabemos a dónde vamos a llegar”, terminó, descorazonado”.

En contraste, también habló Jesús María Esquivel, padre del único uniformado que sobrevivió a la masacre, “Estoy muy contento con Dios. Ahorita llegamos aquí a la clínica, y muchas gracias por el apoyo que me le han dado aquí en la clínica, a la Policía Nacional”.

De su hijo, también dijo que es “un niño muy educado, muy sencillo. Para honra y gloria de Dios, lo voy a volver a ver. Él siempre quiso ser policía y siempre anheló estar en la institución. Él estaba bien y a veces le tocaba muy duro los entrenamientos, pero él quiso ser el mejor. Expresó mucho temor porque alá es muy difícil la situación. Era una zona peligrosa y no se sabía qué pasaba”.