Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Santiago Buenaventura   Abr 8, 2024 - 4:56 pm
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La familia Guerrero León estuvo atravesada por un dolor profundo durante 52 años: la ausencia de una de sus miembros. Aura, la niña de la casa, fue raptada por una mujer en el bario Bravo Páez del sur de Bogotá cuando tenía cuatro años.

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Según contó Aura –ya una señora de 56 que se reencontró hace poco con su hermano (sus padres fallecieron con la esperanza de volverla a ver)– a Noticias Caracol, la persona que la raptó fue una mujer que estaba herida con su papá porque “no le paró bolas”. Por eso, un día cualquiera de 1972 esa persona la esperó mientras iba para la tienda del barrio a hacer un mandado y se la llevó.

“Caminó conmigo muchísimo. En el centro, ella me subió a un bus que iba muy lleno y ese bus me llevó a Villarrica, Tolima”, comentó la mujer, quien creció en una familia que la acogió por caridad cuando la hallaron perdida en territorio tolimense.

La empezaron a llamar Gina. Inició a trabajar en el campo llevando almuerzos desde que tenía 10 años para pagarse los estudios. Tuvo una vida muy dura en la que todo el tiempo se sintió sola, triste.

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El mismo congojo sentían sus papás, que según contó Fidencio Guerrero León, hermano mayor de la familia, solo se dedicaron a buscar a la menor desaparecida por el resto de sus vidas. Durante los primeros siete años se volvieron nómadas: pueblo en que les decían que habían visto a la niña perdida, lugar al que llegaban a quedarse.

Fidencio recuerda que, por ese motivo, terminó quinto de primaria cuando tenía 15 años. “Nos volvimos gitanos. Incluso yo llegaba a estudiar a un sitio, una ciudad, y me colocaban un mes y me sacaban porque realmente aparecía la niña en otro lado, esa fue la vida de nosotros unos seis o siete años. Mi madre nunca dejó de buscarla”, recordó el hombre. Pero la esperanza de encontrar a la niña se terminó con el tiempo.

Cuando la pequeña Aura tenía 12 años se trasladó a Bogotá para vivir en el barrio Restrepo. Cinco años después llegó su primer hijo. Ella nunca perdió la esperanza de reencontrar a sus familiares.

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Durante más de un siglo le fue imposible a Aura saber algo de su familia biológica, a pesar de los esfuerzos que hizo. Sus padres y hermano tampoco cesaron de anhelar su regreso. Con esa esperanza, los progenitores murieron. Quizá fueron ellos, desde el cielo, quienes inspiraron a la mujer para que contara su historia.

Lo hizo a través de las redes sociales del concejal Julián Espinosa, de Bogotá. Por esos medios electrónicos fue que la historia llegó a Fidencio, quien decidió contactarla. Él le manifestó por chat a la mujer que conocía una historia parecida, pero que necesitaba que le mandara una foto para corroborar si era o no su hermana.

Cuando el hermano mayor de la familia Guerra León vio la foto de Aura los ojos se le llenaron de lágrimas: “vi a mi mamá”, aseguró. Entonces supo que sí, que había encontrado a la hermana que fue raptada 52 años y cuya desaparición causó un dolor profundo, incesante, en su familia.

Los hermanos se reencontraron. Se abrazaron fuerte. Por fin conocieron la versión adulta de la persona a la que siempre estuvieron buscando. Ahora disfrutan de la felicidad de estar juntos de nuevo y esperan pasar momentos muy especiales “porque ya estamos completos”, concluyó Fidencio.

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