Para empezar, Bloomberg señala en su artículo que muchos “vendedores de dulces” son en realidad unidades de la contrainteligencia de Maduro conocida como ‘la Sombra’ y enviadas por la dictadura para vigilar a quienes considera sus enemigos.

Pero no son solo los vendedores con los que conviven los bogotanos a diario, sino también personas de mediana edad en trajes tomando café en el parque del Virrey, los profesores venezolanos que escaparon del arresto hace unos meses, los que duermen en sofás cama en apartamentos, o los jóvenes que beben cerveza en el Hotel Dann Carlton, según el medio.

Ellos son “mercenarios y exoficiales venezolanos que traman su próximo movimiento”, puntualiza el portal, que también agrega que “las crisis geopolíticas tienden a crear centros inesperados de refugio y espionaje”, y Bogotá se convirtió en uno de esos campos de batalla paralelos por los problemas que aquejan a Venezuela.

Cargamento de ayuda humanitaria

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Bloomberg asegura que Bogotá se llenó de espías de Maduro, del Sebín (Servicio Bolivariano de Inteligencia), y exoficiales venezolanos que conspiran contra el régimen. Pero no se trata solo de ciudadanos del país petrolero, sino de espías y mercenarios rusos y cubanos, y alrededor de 3.000 agentes de inteligencia de Estados Unidos. Los periodistas que adelantaron la investigación aseguran que todos ellos se vigilan entre sí, pero que además, las autoridades colombianas los vigilan a todos.

Para sustentar esa afirmación, en el artículo se citan varios casos. Uno de ellos es el de Humberto Calderón, representante de Guaidó en Colombia, que asegura sentir la necesidad de moverse mucho por la ciudad, para que los espías de Maduro no tengan la oportunidad de seguir a su equipo.

Otro de los testimonios que recoge el medio es el de Zair Mundaray, exdirector de la oficina del fiscal en Caracas hasta el exilio de Luisa Ortega. En su relato, asegura que después cruzar la frontera y una vez en Bogotá fue abordado por cuatro hombres que bloquearon su paso en dos camionetas. Él alcanzó a huir a un edificio en construcción pero, desde entonces, tiene dos guardaespaldas que le proporciona el gobierno colombiano.

Militares venezolanos

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Un tercer caso es el del diputado José Manuel Olivares, que empezó a recibir fotos suyas en su WhatsApp para que tuviera claro que lo estaban siguiendo. Además, dijo que en una ocasión dos hombres con acento venezolano lo siguieron en bicicleta y gritaron su nombre, mientras hacía ejercicio.

Pero no se trata solo de funcionarios. El artículo también menciona que por otro lado están los militares que desertaron de las Fuerzas Armadas de Venezuela. Según Bloomberg, estos hombres están en  Bogotá “para planear golpes de Estado”.

Uno de ellos no quiso revelar su identidad y dice que pese a que no vive en Bogotá, sí visita la ciudad para reunirse con otros oficiales disidentes.

“Usa jeans y camisetas, se queda en hoteles modestos y discretos, y toma autobuses públicos; todo para que sea más difícil de rastrear”, relata el medio, que agrega que pese a que Colombia le impide tener armas, igual las tienen.

El periodista conoció un último testimonio del exsoldado venezolano Carlos Guillén, con quien se reunió en “un café de clase trabajadora en un barrio al sur del centro de la ciudad”, por pedido del entrevistado. Luego, agrega el comunicador, le pide que se trasladen a otro punto de la ciudad porque teme que lo estén vigilando.

Una vez comienza la conversación, Guillén habla, según el periodista, “de colaboradores dentro de la sede de los servicios de seguridad de Venezuela en Caracas y muestra videos del interior del edificio: necesitan la distribución para la invasión planificada”. Además, habla de equipos de espionaje, como esferos con diminutas cámaras, que vienen desde Estados Unidos y enviará a sus colegas en Caracas.

En ese sentido, el medio también recuerda que las autoridades colombianas hacen una especie de examen a los militares que ingresan al país para saber si las razones que afirman son las correctas, pero el artículo quiere sembrar una sombra de duda sobre los miles de migrantes y refugiados que permanecen en las calles de la capital.

Bogotá enfrenta esa crisis, pero también se estaría transformando en un centro de operaciones militares, al estilo de la Guerra Fría, según la descripción de ese artículo.