“¿De dónde vendrá la vacuna?”, pregunta Ways en su columna del diario capitalino, espacio en el que, con frecuencia, argumenta a favor de la necesidad de la riqueza, el mercado y la globalización para el bienestar de las naciones.

“Seguramente, de un laboratorio de Estados Unidos, Alemania, Inglaterra o China: tres países ricos y uno que se ha enriquecido a galope tendido en los últimos 40 años”, responde, para demostrar que los beneficios del crecimiento económico “de ese sistema capitalista que tanta antipatía les despierta a algunos”, acaban “favoreciendo a todo el mundo”, incluso “cuando están desigualmente repartidos”.

De hecho, grandes representantes de la industria multinacional farmacéutica, que también es expresión de ese capitalismo al que se refiere Ways, son los que lideran las investigaciones para desarrollar una vacuna contra el coronavirus.

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Ways no los menciona en su columna, pero, entre ellos, están los laboratorios Pfizer, Merck, Johnson & Johnson, financiado por la llamada operación ‘Warp Speed’ de la Casa Blanca (456 millones de dólares); y Moderna, que ha desarrollado una de las vacunas experimentales más avanzadas, cuyos ensayos de fase 3 comenzarán la próxima semana en 30.000 voluntarios. Esta farmacéutica recibió 483 millones de dólares del dinero público de Estados Unidos para financiar la investigación y el desarrollo.

AstraZeneca, socio de la Universidad de Oxford (Reino Unido) en el desarrollo de una de las vacunas más avanzadas en este momento, ya en ensayo de fase 3, firmó un contrato por 1.200 millones de dólares con la agencia Barda del gobierno de Estados Unidos, que prevé la entrega de 300 millones de dosis.

Otro desarrollo de vacuna se adelanta en Wuhan (China) por investigadores de varios organismos con financiación del grupo de biotecnología CanSino Biologics.

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“Si no fuera por la riqueza material y científica acumulada de esas naciones, no estaríamos ni cerca de poder superar la pandemia en el plazo esperado”, agrega Ways, y pasa factura: “Esos beneficios, por cierto, cobijan incluso a los enemigos del sistema capitalista de producción. Dudo que los defensores del modelo cubano o venezolano rechacen la vacuna por haber salido de los laboratorios del Imperio”.

Ways concluye que incluso con “los errores que han cometido hasta las naciones más avanzadas, el impacto de esta pandemia habría sido más catastrófico hace 20 o 30 años. Si hoy podemos enfrentarla mejor, es gracias al enriquecimiento material de la humanidad en las últimas décadas, enriquecimiento que, a su vez, fue producto del comercio, la globalización y la economía de mercado. Ojalá logremos derrotar pronto el virus, para poder dedicarnos a volver a crecer”.