Cuando algunos de los veteranos comunicadores del diario bogotano anunciaron, el martes pasado, que no seguirían en ese periódico, en el caso de algunos, después de 25 años de trabajo, recibieron las manifestaciones de colegas expresándoles su pesar y solidaridad.

Pero, tres días después del anuncio, ningún columnista o analista de ningún periódico colombiano, salvo Quintero en su columna de El País, le ha dedicado unas líneas al lamentable hecho (segundo despido masivo en El Tiempo en cuatro meses), principalmente para ponerlo en una perspectiva que supere el entendible dolor que representa para una persona quedarse sin trabajo.

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Para Quintero, lo que pasó en El Tiempo hace retornar el debate sobre el futuro de los medios, especialmente los impresos, porque “si una casa como El Tiempo, con el músculo financiero que tiene, no es capaz de sostener su planta periodística qué puede esperar el resto”.

Y pregunta por lo que será la calidad del producto porque, para él, estas despedidas masivas “tampoco ayudan” pues considera que “hacer un periódico con practicantes o gente muy joven puede resultar atractivo desde lo administrativo, porque es barato, pero la calidad se verá mermada”.

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“Esta es una actividad en la que todos aprendimos teniendo referentes mayores al lado. Tal vez es hora de invertir la ecuación, sostener la planta de redacción y adelgazar las altas gerencias administrativas”, plantea Quintero, en un llamado con tono desesperado. “Es el momento para que editores y cabezas de la redacción también pongan su grano de arena. Renegociar contratos, ‘bajarse’ de los salarios en aras de contribuir a la sobrevivencia propia y del medio es una alternativa”.

También dedica un comentario a las redes sociales, debido a las cuales, asegura, “el descreimiento es general”, porque “pusieron un ‘bombazo’ a las salas de redacción y cuando estas intentaron parecerse a la irresponsabilidad digital estallaron más rápido”.

“En medio de esta carnicería comunicativa, los gurús que llegan a las empresas advierten que solo sobrevivirán los más fuertes económicamente (?). Los que hagan alianzas y adelgacen su redacción al extremo”, critica Quintero, y después pregunta: “¿De qué ha servido masacrar las redacciones? Desde hace años escucho fórmulas. Sintonía con las audiencias, reestructuración de equipos, más videos de gatos […]. Todo se ha probado, pero nadie encuentra la vuelta. Mientras tanto la credibilidad se socava, los periodistas en zozobra y a la espera, como si fueran un personaje de novela del escritor Albert Camus, de que les llegue el fatídico turno”.