“Se administra a las personas sin que las personas (textual) tengan conciencia de ello, para obtener resultados de pérdida de la conciencia…”, dijo Valdés, citado por Blu Radio.

Pero en la versión de Valdés hay una inconsistencia, cuestionada por algunos médicos: el éxtasis o MDMA produce exactamente el efecto contrario al que podría estar buscando un delincuente (como ocurre con la burundanga y las benzodiacepinas): aumenta el estado de alerta, lleva a la euforia, mantiene la conciencia.

María Andrea Cabrera murió el amanecer del pasado domingo 4 de febrero, luego de departir con un grupo de amigos y de amigas en un ‘amanecedero’ de la calle 84 con carrera 13. Previamente, habían estado en un restaurante en la calle 81 con carrera 13.

De acuerdo con información contenida en un documento judicial, María Andrea se encerró con uno de los acompañantes 15 minutos en el baño del ‘amanecedero’.

“Hacia las 03:30 horas, la occisa cae en el bar”, dice el documento judicial. Luego, la joven se dirigió con su amiga al apartamento de ella (en Usaquén), y allí volvió a desmayarse.

Finalmente, a las 6:00 de la mañana fue trasladada a la Fundación Santa fe, donde llegó sin signos vitales.

Horas después de que Valdés revelara el informe del Instituto de Medicina Legal, el abogado Jaime Granados, quien representa a la familia de María Andrea Cabrera, dijo que la droga le había sido administrada a escondidas por alguno(s) de sus acompañantes, que tienen antecedentes penales y antes habrían hecho lo mismo con otras mujeres.

Dado que los hombres eran conocidos y amigos de las mujeres, se podría descartar que la sustancia haya sido usada para robarlas, dejando como hipótesis razonables que ella la hubiera usado para mejorar su resistencia a la rumba, como lo hacen muchos jóvenes en rumbeaderos y conciertos (y que casi siempre son identificados por andar solo con botellas de agua) o que alguien se la hubiera suministrado para accederla sexualmente.

La primera hipótesis choca con la versión de que le fue administrada a escondidas, del abogado Granados y la familia de María Andrea Cabrera. Otra manera de expresarlo: es dudoso que alguien se la haya administrado a escondidas para aumentarle la resistencia, si ella no quería rumbear más.

Seguramente, los hombres señalados argumentarán que ella la consumió por iniciativa propia o que no sabían que la hubiera consumido.

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La otra hipótesis, la de accederla sexualmente, no puede ser descartada, a pesar de que el mismo Valdés dijo que María Andrea Cabrera no tenía signos de abuso sexual ni violencia física. Que no hayan logrado tener sexo no significa que esa no haya podido ser la intención.

La hipótesis de que se la habrían administrado para accederla sexualmente es tal vez la única que cuadra con la hipótesis del abogado Granados de que esto se hizo a escondidas.

El éxtasis (o MDMA) ha estado asociado a casos de abuso sexual en otras partes del mundo, no porque genere pérdida de la conciencia (como dijo Valdés), sino porque dentro de sus efectos está el incremento de la excitación sexual y la toma de riesgos sexuales.

“(…) MDMA puede hacer que las víctimas se sientan queridas y, por lo tanto, más propensas a ‘consentir’ el sexo”, dijo al portal Vice Ian Hindmarch, profesor emérito de Psicofarmacología Humana de la Universidad der Surrey, en el Reino Unido.

Vice agrega que a diferencia de otras drogas, en las que la víctima no puede responder o no puede decir “¡No!”, la MDMA puede llevar a que digan “Sí” a encuentros en los que en sus 5 sentidos no estarían de acuerdo, e incluso iniciarlos.

El éxtasis, de esta forma, se ha convertido en una droga ‘problema’ cuando se trata de probar casos de abuso sexual, porque parece que fuera sexo consensuado.

Pero incluso en el 2017 la droga ya estaba asociada a lo que se llamó una epidemia de casos de violación en festivales de música.

No será fácil la defensa del acusado o acusados de habérsela administrado, pues la revista Semana publica en una línea de la reseña del caso en la que dice, apoyando la tesis de la familia y de Granados, que cuando la joven ya estaba mal y con sus amigas decidieron marcharse, lo hicieron “no sin antes increpar a los muchachos, pues sospechaban que estos les habían echado algo en el trago”.