En el 2016, un gigantesco operativo de la Policía Nacional y el Ejército en el Bronx, una de las zonas más temidas y peligrosas de Bogotá, puso fin al infierno en el que investigaciones evidenciaron graves delitos como microtráfico, trata de personas, tortura, explotación sexual infantil y homicidios. Tras esta intervención, un equipo de ‘Los Informantes’ conoció el testimonio de uno de los infiltrados cuyo trabajo fue clave para lograr el allanamiento.
Fueexactamente el 28 de mayo de 2016 cuando más de 2.500 uniformados de la Policía Nacional y el Ejército, autorizados por el entonces alcalde Enrique Peñalosa, ingresaron a la zona para recuperarla. Este operativo también generó polémica y debate público, pues algunas organizaciones de derechos humanos criticaron la forma en que se llevó a cabo, señalando que no se ofrecieron suficientes garantías sociales y de salud a las personas que habitaban el Bronx.
Según las investigaciones que realizaron la Fiscalía y la Policía antes de la intervención, en el Bronx se cometían graves delitos, entre ellos, tráfico de drogas, explotación sexual infantil, trata de personas, homicidios, torturas, desapariciones y esclavitud. “A las niñas no las veían ni siquiera como niñas, entraban como vestidas para la rumba y uno escuchaba comentarios de tipos que decían ‘esa vieja está buena’ y era una niña de 13 o 14 años”, relató en ‘Los Informantes’ un oficial de inteligencia que durante más de 2 meses se infiltró en el Bronx.
Esta peligrosa olla estaba ubicada en el centro de Bogotá, a pocas cuadras de la Casa de Nariño, al lado de la Policía Metropolitana, de la Iglesia del Voto Nacional y de un Batallón del Ejército.
Las noches en el Bronx
El oficial infiltrado narró en su momento cómo pasó las noches en las crudas entrañas de esas tres cuadras de Bogotá. Temblaba de frío, sin siquiera una sábana para abrigarse y con el miedo permanente de ser descubierto. Tuvo miedo de consumir drogas y llenaba su pipa con papel picado y echaba humo para disimular, a veces se juntaba con los bazuqueros para que el olor se le impregnara en la ropa y todo el mundo creyera que él estaba trabado.
“Salía con un costal en la parte de arriba, reciclando para volver a ingresar sin llamar la atención y vendía mi reciclaje y así sustentaba mi papel”, reveló agregando que debía comer lo que le daban, los restos de todos los restaurantes, en un pedazo de papel periódico, vomitaba y pasaba noches con fiebre y escalofríos.
Junto a otros oficiales infiltrados, lograron instalar una cámara en uno de los puntos neurálgicos del Bronx y así las autoridades pudieron saber cómo era el peligroso sitio antes del allanamiento en el que se encontraron menores de edad sometidos a abuso sexual y explotación, así como adultos con evidentes signos de maltrato físico y psicológico.
Según reportes oficiales, las mafias del lugar, conocidas como “ganchos”, controlaban la vida de cientos de personas, muchas de ellas en condición de calle, drogodependientes, o menores reclutados a la fuerza. En el Bronx había ‘chiquitecas’ con música, trago, droga y sexo durante las 24 horas del día.
En las calles del Bronx deambulaba un ejército de hombres armados conocidos como los ‘Sayayines’, un nombre copiado de la serie infantil de Dragon Ball. Estos sujetos verificaban que los clientes quedarán satisfechos y, con capuchas y armados hasta con fusiles, mataban, castigaban a los niños sin piedad, descuartizaban y desaparecían a quien les estorbaba.
“Ese esquema de seguridad se hacía llamar los ‘Sayayines’… si uno se ponía a molestar al que no tenía que molestar o lo veían a uno llamando la atención, pues tenía que uno vérselas con ellos. Se les tenía mucho respeto, la amenaza de ellos era siempre que lo iban a ingresar a uno, a una habitación de esas que tenían allá, con perros, habitaciones donde torturaban”, reveló el oficial.
Sobre las víctimas de los crímenes ocurridos en este lugar, se sabe que los restos humanos que quedaban despedazados los sacaban en bolsas de basura o los metían en canecas de basura. En el Bronx también se descubrieron túneles, algunos que conectaban con calles a dos metros del sector, y por allí entraban y salían drogas y armamento. Por esos mismos se habrían fugado algunos cabecillas el día del operativo.
Aparte de los cuarteles generales de los ganchos, las chiquitecas, las perreras, las piezas minúsculas, las tiendas y máquinas tragamonedas, había hoteles que eran utilizados, entre otras, para abusar de menores de edad. “Lo comparaban muchas veces con Las Vegas, decían que era Las Vegas de Bogotá, la lujuria completa”, puntualizó el oficial.
Luz Aleyda Meliton Soto y César Armando Báez Beltrán eran los esposos a los que Gloria Esperanza Duarte, condenada a 14 años de prisión, obligaba a trabajar durante 7 años sin descanso en un hotel del desaparecido sector del ‘Bronx’ en Bogotá. Les pagaba 3.500 pesos diarios.
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