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El 26 de febrero de 2022, dos días después del inicio de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, los ucranianos inundaron deliberadamente las llanuras alrededor del río Irpin para frenar el avance de las tropas rusas hacia Kiev. Las imágenes de los tanques rusos sumergidos en el agua y el barro dieron la vuelta al mundo. Hoy, un grupo de científicos propone restaurar las turberas a lo largo de las fronteras orientales para reforzar la defensa de la Unión Europea.
Por Stefanie Schüller
El uso estratégico de turberas, pantanos y otros humedales en las guerras tiene una larga historia. Ya en los siglos XVI y XVII, los holandeses destruían sus diques para repeler a los invasores españoles y franceses. En 2025, mientras los países de la Unión Europea se movilizan en todos los frentes para reforzar sus capacidades de defensa ante una posible amenaza rusa, un grupo de científicos alemanes, ucranianos y polacos toma la iniciativa. Consideran que la restauración de los humedales podría ser parte de la solución. En un estudio dirigido a los países de la Unión Europea, los investigadores se centran en particular en las turberas.
Al restaurar estos humedales tan específicos, Europa podría matar tres pájaros de un tiro: “En primer lugar, reforzaría nuestra defensa, ya que las turberas son de muy difícil acceso”, explica Hans Joosten, profesor emérito de ciencias de los humedales de la Universidad de Greifswald y creador del proyecto.




“En segundo lugar, sería bueno para el clima. Las turberas secas son enormes emisoras de CO2 y debemos restaurarlas para cumplir los objetivos del Acuerdo de París. Y en tercer lugar, sería muy beneficioso para la biodiversidad, ya que todas las especies que viven allí están amenazadas. Además, encajaría perfectamente en la ley europea sobre restauración de la naturaleza”.
Sumideros de CO2
Entre todos los humedales, las turberas ocupan un lugar especial. Producen más biomasa de la que degradan. El resultado es “la formación de capas orgánicas que llamamos turba. Estas turberas se conservan mientras el pantano permanece húmedo. Y almacenan grandes cantidades de CO2, hasta 10 toneladas al año por hectárea”, destaca Hans Joosten. “Pero por razones agrícolas y forestales, muchos pantanos se han secado en los últimos siglos. Esto provoca una emisión masiva de CO2 que, de otro modo, se almacenaría en las turberas. Sin embargo, si se rehumidifican los pantanos, estas emisiones de CO2 cesan inmediatamente”.
Barreras naturales
Las turberas que describen Hans Joosten y sus colegas, se extienden a lo largo de las fronteras orientales de Europa, desde Finlandia, pasando por Estonia, Letonia, Lituania y Polonia, hasta Rumanía, así como en el este de Alemania. Su ubicación geográfica no es casual. «En Europa tenemos millones de hectáreas de turberas. Muchas fronteras nacionales se encuentran en turberas. Como son de difícil acceso, siempre han constituido barreras naturales. Se trata de un fenómeno internacional”.
Los expertos son categóricos: una vez restauradas, estas turberas podrían complementar la futura estrategia de defensa de la Unión Europea. “En lugar de colocar campos de minas, es mejor restaurar las turberas”, opina Hans Joosten.
“Una turbera viva está compuesta en un 95 % de agua, son más húmeda que la leche y la cerveza. Es imposible circular por ella con vehículos pesados, como tanques o camiones. En Lituania, un tanque estadounidense se hundió en una turbera, no pudo salir y sus ocupantes murieron. Por lo tanto, las turberas hacen imposible cualquier ataque rápido”.
Los mandos militares europeos interesados
La idea parece estar ganando terreno. El ejército polaco ha encargado un plan para “”utilizar el entorno natural como medida de seguridad en las fronteras”. Y para el ejército alemán, “los humedales son un factor importante en la planificación de las barreras operativas”. Pero también existen obstáculos. Las turberas fueron drenadas a lo largo de los siglos para convertirlas en tierras cultivables. Para renaturalizarlas, habría que indemnizar a sus propietarios y ofrecerles alternativas económicas viables. Una vez decidida su restauración, habrá que esperar dos años para que las turberas recuperen su estado natural inicial.
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