El multimillonario dio la mayor sorpresa política de los últimos tiempos al convertirse en presidente en 2016. Su partida, cuatro años después, se vio envuelta en un caos inimaginable. Ahora, como candidato por tercera vez a las elecciones presidenciales, Donald Trump continúa sacudiendo la historia de Estados Unidos.

Como siempre, él sigue su instinto. Se ha dicho mil veces que estaba acabado políticamente pero él confía en resurgir de sus cenizas, inmune a los escándalos.

Abandonado por gran parte de su equipo después de que sus simpatizantes asaltaran el Congreso estadounidense el 6 de enero de 2021, el multimillonario de 76 años, que encarna un populismo sin complejos, ha recuperado el control sobre el Partido Republicano al que pedirá que lo elija para intentar reconquistar la Casa Blanca.

No se andará con miramientos con quienes le obstaculicen el paso porque Trump sigue fiel a su principio: o están con él o están contra él. En su lujosa residencia de Mar-A-Lago en Florida, el expresidente recibe a candidatos republicanos a concejales, gobernadores o senadores que acuden a jurarle lealtad, conscientes de su influencia.

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En las redes sociales sigue poniendo apodos a sus detractores. Al presidente demócrata estadounidense Joe Biden lo llama “Joe adormilado”. Y a su gran enemiga republicana Liz Cheney la trata de “loca”.

Cercado por investigaciones, sobre su papel en el asalto al Capitolio, la gestión de los archivos de la Casa Blanca y sus asuntos financieros, Donald Trump se lanzó de lleno en la campaña para las elecciones legislativas en la que denunció una “caza de brujas”.

Donald Trump sacó a la luz las fracturas en Estados Unidos, pero también las amplificó. Se fue de la Casa Blanca dejando detrás de él una nación mortificada, llena de dudas y carcomida por la ira.

El regreso de Donald Trump a la carrera presidencial

Dos años después de haber salido de la Casa Blanca, este showman sigue convenciendo a estadounidenses -en su mayoría blancos y de cierta edad- que se sienten desdeñados por las “élites” de la Costa Este con un discurso centrado en la lucha contra la inmigración y la delincuencia.

Privado de su cuenta de Twitter, que usaba como megáfono para comunicarse con 80 millones de seguidores y a través del cual anunció aranceles aduaneros de castigo contra China y hasta la liberación de un rapero, los mensajes del exinquilino de la Casa Blanca ya no tienen el mismo eco. En los mítines de campaña, donde aún abundan las famosas gorras rojas Make America Great Again, ya no se ve a la multitud de antaño.

(Lea después: Las razones por las que Trump ya es gran perdedor de las elecciones intermedias en EE. UU.)

Donald Trump parece menos en forma y el clan familiar del septuagenario, en el que se ha apoyado durante mucho tiempo, también muestra fisuras. En su testimonio ante una investigación parlamentaria, su adorada hija Ivanka, una de sus asesoras más cercanas en la Casa Blanca, reconoció que ya no cree en la teoría de que al expresidente “le robaron” las elecciones de 2020.

En su cruzada contra estos supuestos “fraudes”, nunca probados, este gran aficionado a la lucha libre parece ahora amargado y cínico, casi enquistado. Sin embargo, puede contar con su base de simpatizantes, que se ha unido a grupos en todo el país que prometen “proteger” las próximas elecciones. Frente a sus casas, algunos colgaron una nueva bandera: “Trump 2024: las reglas han cambiado”.

El expresidente no abandonó su estrategia y lo confirmó desde Mar-a-Lago, su mansión y club privado en Palm Beach (sureste de Florida), acompañado de su esposa Melania y de un grupo numeroso de invitados. Allí habló de devolver la “gloria” a un país “en decadencia” e “invadido” por millones de personas de otros lugares.