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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Nov 2, 2024 - 9:42 am

Alguna vez, Porfirio Barba Jacob escribió: “Nosotros sabemos que hoy en Cuba la más alta razón es allanar al coronel Batista el camino hacia la dictadura cabal, ilimitada sin subterfugios”. El poeta colombiano veía con tino prematuro cómo el recién elegido presidente constitucional de la isla para el periodo 1940-1944, Fulgencio Batista, terminaría siendo, seis años después, un dictador que encarnaría la peor forma de régimen político que concentra todo el poder por la fuerza o la violencia. Hoy, la afirmación de Barba Jacob se podría predicar, con matices, de Nicolás Maduro en Venezuela por la manera como se aísla y da muestras, ya sin tapujos, de estar mutando abiertamente en tirano.

(Le interesa: Gobierno le daría la espalda a triunfo de Maduro si no cumplen con condición antes de 2025)

A Barba Jacob no le alcanzó la vida para ver en el poder en Cuba al monstruo que anticipó, pero acertó y dejó claro que los entornos de los dictadores, antes de que ellos sean eso sin ambages, arrojan pistas sobre sus intenciones con señales que hay que leer con atención. En el caso de Maduro, una de esas señales es que, frente a la recriminación mundial por ocultar aviesamente las actas de las elecciones, se aísla cada vez más ejecutando una suerte de fuga hacia adelante junto con los suyos, caracterizada por seguir haciendo lo mismo desesperadamente, con inseguridad, sin análisis ni criterio y, lo peor, con temor y mucho riesgo.

No hay un paralelo entre Batista y Maduro (el cubano fue militar, el venezolano no; Batista cumplió su periodo presidencial, entregó el poder, salió del país y volvió años después para hacerse dictador, mientras que Maduro se está erigiendo autócrata sin soltar el poder; Batista, después de haber tenido el apoyo de los comunistas ejerció una dictadura de derecha, y Maduro la está moldeando desde la izquierda), pero los dos, como advirtió Barba Jacob en el caso de Batista, han mostrado sus puntiagudas orejas desde antes. La represión de Maduro revive, así se proclame de izquierda, el denominado ‘gorilato’ que asoló a América Latina el siglo pasado con regímenes militares de derecha.

Después de tres meses, régimen de Nicolás Maduro no muestra actas

Han pasado tres meses largos desde las elecciones del el 28 de julio en las que Maduro fue derrotado, y a partir de ahí, Brasil, México y Colombia se mantuvieron al lado de una posible solución a la crisis, entendida por muchos como una estrategia para hacerle ganar tiempo al régimen. El primer país en bajarse de ese bus fue México, que nunca quiso meterse de lleno en ese problema. Brasil y Colombia coincidieron en que no reconocerían a Maduro si no mostraba las actas. El régimen ofreció que lo haría, pero incumplió. Eso hizo que Brasil vetara el ingreso de Venezuela a los BRICS, lo que provocó el enfriamiento de las relaciones entre los dos países.

Celso Amorim, principal asesor de Luiz Inácio Lula da Silva para asuntos exteriores, aseguró que habían sostenido el veto que pesa sobre Venezuela para ingresar a los BRICS, y que se originó en el gobierno de Jair Bolsonaro, debido a “un abuso de confianza”. “El abuso de confianza era algo grave. Dijimos algo, y no sucedió”, dijo Amorim en alusión al compromiso del régimen de publicar las actas. El régimen dijo que Amorim es un enviado del imperialismo y calificó la decisión del gobierno brasileño como “una acción que constituye una agresión a Venezuela y un gesto hostil que se suma a la política criminal de sanciones que han sido impuestas contra un pueblo valiente y revolucionario”.

Pero hay otras razones por las que Lula da Silva viene tomando más distancia de Maduro. En las elecciones locales y regionales de octubre pasado en Brasil, el Partido de los Trabajadores, que lidera el presidente brasileño, sufrió significativas derrotas pues los candidatos oficialistas habrían sido castigados por la cercanía del mandatario con el régimen de Venezuela. Todavía hay unas ciudades principales que se deben someter a una segunda vuelta y Lula ya acumula un serio desgaste político como para arriesgarse a perderlas definitivamente.

Para el fiscal del régimen de Venezuela, Tarek William Saab, sin embargo, “Lula da Silva manipuló un presunto accidente para usarlo así de coartada con el fin de no asistir a la reciente cumbre de los BRICS, y que tal versión no fue otra cosa que un engaño para perpetrar el veto contra Venezuela”. Agregó que eso se lo informaron “fuentes directas y cercanas desde Brasil”.

Régimen de Nicolás Maduro se aísla de Colombia

El aislamiento del régimen de Maduro también viene ocurriendo con Colombia, y el escenario donde eso salió a flote fue la COP16 celebrada en Cali, en donde estuvo el canciller venezolano, Yván Gil. En el contexto de esa cumbre por la biodiversidad, el canciller de Colombia, Luis Gilberto Murillo, insistió en que hasta que aparezcan las actas no habrá reconocimiento del Gobierno colombiano a Maduro como mandatario.

Gil entró en cólera y dijo que Murillo “actuó de manera pusilánime al momento de abordar la realidad” en el encuentro bilateral que sostuvieron. “Ante los micrófonos de la prensa, aflora el chantaje de recibe desde la ultraderecha y de los Estados Unidos de Norteamérica, atacando por la espalda, con falsas narrativas que no es capaz de discutir frente a frente”, agregó Gil, y después lanzó una amenaza como bravucón de barrio: “Venezuela le responderá en su momento y se arrepentirá de la constante intromisión en nuestros asuntos internos”.

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El canciller colombiano respondió con aplomo al insulto y recordó que la diplomacia “requiere equilibrio y respeto mutuo”. Además, aseguró que la postura del presidente Gustavo Petro “sigue siendo la misma desde el principio y no ha cambiado, y es guiada por principios, no por amenazas ni presiones externas”. Y subrayó que Colombia seguirá “promoviendo la transparencia y la legitimidad democrática, siempre con un enfoque de no injerencia en los asuntos internos de otros países”.

Pero la actitud del presidente Petro frente a Venezuela aún es gris. En el marco de la COP16, por ejemplo, defendió al régimen contra el bloqueo económico de Estados Unidos. El que habla por él del tema venezolano es el canciller Murillo, aunque, como se sabe, el mandatario colombiano tiene, como Lula, dos cancilleres: en Brasil está el formal o institucional que es Mauro Vieira, pero el asesor principal del jefe de Estado en asuntos internacionales es Amorim; en el caso de Petro, Murillo es el institucional, pero también está Álvaro Leyva Durán que visita con frecuencia a Maduro.

Aparte de la distancia que está tomando el régimen de gobiernos con los cuales ha tenido coincidencias y le han dado oxígeno, después del 28 de julio, dentro de Venezuela, Maduro también mostró que tiene una nueva intención al recomponer su entorno más próximo solamente con los más leales, como el recién nombrado ministro del Interior Diosdado Cabello, a cargo de los cuerpos de inteligencia y represión. Todo su entorno, como dijo Barba Jacob de Batista en Cuba, allanándole a Maduro el camino hacia la dictadura cabal, ilimitada, sin subterfugios, esa que, ya está quedando claro, no entregará el poder el próximo 10 de enero.

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