Lo que está pasando en Venezuela da miedo. Eso es precisamente lo que busca provocar el régimen de Nicolás Maduro: el terror como medio de control social y de ejercicio del poder, que se viene acentuando después de las elecciones del domingo pasado, cuando, de acuerdo con las actas que publicó la líder opositora María Corina Machado, se fraguó un fraude para burlar la voluntad del pueblo venezolano que escogió a Edmundo González Urrutia por una aplastante mayoría. Con su represión, Maduro revive y encarna la figura del ‘gorilato’, aplicada antes a las dictaduras de extrema derecha.
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El término tuvo su origen en la vida política de Argentina —en donde, en la década de los 50, se les aplicaba a los antiperonistas, algo que ellos después aceptaron para autoelogiarse—, pero se extendió luego por todo el continente con un sentido despectivo para referirse a los integrantes de las juntas militares. ‘Gorilato’, como grupo de gorilas (por su brutalidad), se usó primero exclusivamente para los “reaccionarios” de derecha. Su impronta fue inconfundible: represión de la oposición, encarcelamientos, desapariciones, torturas y limitación extrema de las libertades civiles. Hoy, Venezuela está mostrando que de esa categoría también pueden hacer parte los regímenes de izquierda.
De hecho, así se comportan los líderes del régimen en Venezuela. Las últimas declaraciones de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, segundo de la camarilla, espantan. Y también prueban que son las directrices que siguen las fuerzas armadas que están publicando carteles de ‘Se busca’ y después capturando (secuestrando) a quienes velaron por la transparencia de la jornada electoral. Esos secuestros (porque las detenciones se hacen sin sustento legal) se han concentrado, sobre todo, en los testigos electorales. La oposición asegura que los están raptando para que firmen las nuevas actas fraudulentas que el régimen está preparando.
La figura más representativa de esos secuestros es la de Freddy Superlano, jefe de campaña de María Corina Machado, que fue raptado en la puerta de su casa. Hasta ahora, nadie sabe de su paradero ni de su estado. Sin embargo, sobre ese caso se han referido de manera burlesca y tenebrosa Cabello (que ha dicho que “está cantando en todos los idiomas”) y el fiscal Tareck William Saab (que aseguró: “Está cooperando. Los que saben de derecho saben lo que estoy diciendo”). La esposa de Superlano teme que, como a muchos otros detenidos, lo estén torturando para que declare contra sí mismo y contra los líderes de la oposición.
Otra intervención de Cabello refiriéndose a los integrantes de la oposición en Venezuela hiela: “Nosotros sabemos hacer lo que vamos a hacer. Yo se lo voy a decir a ustedes: es Leopoldo López, es María Corina [Machado], es Edmundo [González], es Julio Borges, es [Carlos] Vecchio, es [Henrique] Capriles, es [Antonio] Ledezma… Andan como unas ratas escondiéndose los que están aquí en Venezuela. Pero los vamos a agarrar. Y aquí ya no habrá más perdón. ¡Se acabó, se acabó el perdón! Serán acusados ante las autoridades competentes por los delitos y no habrá beneficios para ninguno de ellos. Ni para ninguna de ellas. Y no nos vamos a detener. Y si quieren provocarnos, les voy a decir algo: vamos a caer en la provocación, pero los vamos a joder. ¡Los vamos a joder!”.
En el marco de la “perfecta unión cívico-militar-policial” que pregona el régimen se vienen produciendo las capturas masivas, sobre todo de jóvenes cuyas familias revolotean en los alrededores de estaciones de policía y guarniciones militares para preguntar por ellos; y las tropelías de los colectivos chavistas, escuadrones paramilitares que andan de civil y en moto disparando al que encuentren mal parado en las calles. Las imágenes que pululan en redes sociales hacen evocar inevitablemente el estado de cosas que vivieron, entre otros países, Argentina y Chile, en las décadas de los 70 y 80, brutalmente reprimidos por los militares de derecha.
Con ese tipo de expresiones temibles, Maduro también procedió a la criminalización de la protesta, algo que padecieron por décadas los partidos de izquierda en el continente, muchos de los cuales cohonestan y contemporizan hoy con un régimen de su misma tendencia política. “Los vamos a agarrar. Los vamos agarrar toditos. Por eso, he decidido crear dos cárceles de máxima seguridad para todas las bandas de nueva generación que están metidos en la guarimba [protesta] y en el ataque criminal”, dijo. Y, como Cabelló, aseguró que “¡no va a haber perdón ni contemplación!”.
Como era de esperarse, en medio de estos gruñidos, se produjo el ataque a la sede nacional de la campaña de Machado, en donde irrumpieron seis encapuchados armados, que amordazaron y ataron a los vigilantes y se llevaron computadores y documentos relacionados con la convocatoria para este sábado a salir a la calle con el fin de defender el resultado de las elecciones. Además, pintaron las paredes como un signo más de la bestialidad de los asaltantes y de quienes los mandaron.
ASALTO A NUESTRO COMANDO DE CAMPAÑA CON VZLA.
Hombres encapuchados
brincando la reja y apuntando con pistolas, amordazan y tiran al piso a nuestra gente y se roban y destruyen equipos. Esté régimen perdió el control del país. pic.twitter.com/eL53rQTVtR— MAGALLI MEDA (@MagalliMeda) August 2, 2024
Poco antes, Machado había anunciado que pasaba a la clandestinidad ante la arremetida del régimen y por la inminencia de su captura, reclamada a gritos, sin considerar el debido proceso, por el presidente de la chavista Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez; el fiscal Saab y la misma cabeza del régimen, Nicolas Maduro. ¿Quién puede sentirse seguro así? Ella, como es obvio, teme por su vida y por su libertad. Las palabras de Maduro y de Cabello son verdaderas amenazas que están a punto de ser realidad, ejecutadas por quienes las entienden como órdenes directas.
Todo esto se suma a la situación de seis miembros de la campaña de Machado asilados en la embajada de Argentina, hoy bajo la vigilancia de Brasil (que también se hizo cargo de la embajada de Perú en Caracas), y a la ruptura de relaciones con Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay. A Venezuela, la comunidad internacional, incluso sus aliados México, Brasil y Colombia, le reclaman la publicación de las actas de las elecciones. Pero la respuesta del régimen ha sido aislarse más y agudizar la represión.
¿En qué democracia plena pueden ocurrir todas estas cosas? Venezuela solo ha recibido el respaldo de regímenes similares como el de Rusia, China e Irán, en el otro lado del mundo, y Nicaragua y Cuba en el vecindario. Argentina reconoció a Edmundo González como presidente electo de Venezuela, mientras que Estados Unidos y Perú desconocen abiertamente los resultados difundidos por el chavista Consejo Nacional Electoral (CNE). Con el paso de los días, Maduro y los suyos dibujan la figura del ‘gorilato’ que espantó al continente en décadas pasadas, pero del cual la región se sacudió, al fin y al cabo.
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