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Este artículo fue curado por pulzo   Nov 14, 2025 - 1:05 pm
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Indígenas de las aldeas de Itaituba y Jacareacanga, del Estado amazónico de Pará, denuncian que proyectos de alto impacto ambiental avanzan en su región sin consulta previa con las comunidades, a pesar de las implicaciones directas para sus territorios.

El blanco principal de su reclamación es un decreto que establece el Plan Nacional de Hidrovías e incluye los ríos Tapajós, Madeira y Tocantins como ejes prioritarios de navegación.

Los líderes indígenas afirman que el decreto allana el camino para nuevos dragados y la destrucción de piedras sagradas, procesos que ya afectan la pesca, la circulación y la calidad del agua.

Los Mundurukú también exigen la reanudación de las demarcaciones de sus tierras, paralizadas en el Ministerio de Justicia y en la Casa Civil y denuncian el aumento de los conflictos relacionados con el avance de la soja.

Además, rechazan los proyectos de créditos de carbono y se opusieron a unos mecanismos que, según ellos, permiten a las empresas entrar en su región sin enfrentar los problemas reales, como la deforestación industrial, la minería y la presión sobre el territorio.

Al momento del cierre de este texto, los indígenas estaban negociando con el presidente de la COP30, André Corrêa do Lago.

“No necesitamos que nos inviten porque estamos en nuestra casa”

Pero no se ha tratado del único episodio de tensión vivido en la sede de la COP de Belém.

El 11 de noviembre, decenas de indígenas, en su mayoría del pueblo Arapiun del Bajo Tapajós, y varios activistas invadieron el área restringida de la cumbre climática de la ONU durante la Marcha Mundial por la Salud y el Clima, una protesta contra los efectos de la crisis climática en las comunidades indígenas y en la salud de la población.

En la rueda de prensa que organizaron el día siguiente para explicar las razones de su acto, la líder Auricelia Arapiun argumentó que “Pará es una tierra indígena”.

“No fuimos invitados a estar allí (en la zona azul de la COP 30) y no necesitamos que nos inviten porque estamos en nuestra casa. Ellos son los que tienen que pedir permiso para entrar aquí”, afirmó esta indígena, ataviada con su tocado tradicional.

“Esto genera indignación entre nosotros. Nuestros territorios están siendo violados todos los días. Cuando hablamos de clima, tenemos que hablar de salud. Nuestro río Tapajós está siendo privatizado por el Gobierno de Pará y el Gobierno federal. Privatizado para que las barcazas puedan navegar por el corredor fluvial. Nos quitarán nuestras rocas, nuestros peces, nuestros alimentos y nuestros lugares sagrados”, afirma el chamán Nato Tupinambá.

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Después de tres años de COP organizadas por Gobiernos poco amigos de la disidencia, era de esperar que la edición brasileña estuviese marcada por manifestaciones, sobre todo en un país en el que viven casi 1,7 millones de indígenas, según el último censo oficial, lo que corresponde al 0,83% de la población total.

Actualmente existen 391 grupos étnicos, pueblos o grupos indígenas en todo el territorio brasileño, y 295 lenguas indígenas. Los datos del censo revelan que la población indígena de Brasil se duplicó con respecto al censo anterior de 2010.

Escasa o nula representación de indígenas en la COP30

En la zona azul, donde los negociadores de las delegaciones oficiales intentan acuerdos difíciles de conseguir, hay varios indígenas brasileños y latinoamericanos. Entre ellos, hay unanimidad sobre la escasa o nula representación de indígenas en las mesas de negociación.

“Los líderes que están negociando la Amazonía, los derechos de los pueblos indígenas, el territorio, vendiendo nuestras riquezas naturales. Nosotros, los pueblos indígenas, no participamos en esta discusión, en esta negociación”, señala Amarildo da Silva Mota, del pueblo Macuxi de la reserva Raposa Serra do Sol, en el Estado de Roraima.

Este líder asegura que su pueblo no tiene ningún interés en negociar su territorio y su medio ambiente.

“No queremos sentarnos a la mesa de negociación con estas autoridades, porque nuestra exigencia es siempre respetar los derechos de los pueblos indígenas y nuestro territorio. Entonces los pueblos indígenas, hoy, no se sientan en esta mesa de negociaciones porque se habla de financiamiento. Están hablando de financiación, de créditos de carbono. ¿Por qué miran dentro de nuestros territorios? Porque ya destruyeron lo que era suyo. En las ciudades hay muchas grandes industrias y nosotros somos las víctimas. ¿Por qué no negocian con las grandes empresas que tienen muchos proyectos de destrucción? ¿Por qué no se sientan con ellos para poder reducir la deforestación y todos los otros estragos? Nosotros los indígenas estamos sufriendo por causa de esto”, agrega Amarildo da Silva, al mismo tiempo que reivindicaba la retomada por parte del Gobierno de Lula de la demarcación de las tierras.

La Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) estima que hay 2.500 indígenas de todo el país en Belém.

A pesar de esto, solo el 14% de ellos (unos 360) lograron obtener la acreditación para la Zona Azul, el área restringida donde se llevan a cabo las negociaciones oficiales.

El récord anterior de participación se registró en París en 2015 y en Dubái en 2023, cuando se contabilizaron aproximadamente 350 representantes de pueblos indígenas, según datos de la organización de la COP30.

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Precisamente algunos líderes, como Juliana Kerexu Mirim Mariano, del pueblo Mbya Guarani, del Estado de Paraná, se quejan del papel decorativo que los poderes atribuyen a los indígenas.

“La participación de los indígenas en una COP no es solo para mostrar nuestras pinturas, nuestros tocados, y sí para mostrar que nosotros somos la respuesta para estas emergencias y para el cambio climático. Solo habrá Justicia climática cuando seamos agentes en estas mesas de negociación, porque somos nosotros que estamos pasando por todas las dificultades y todo el enfrentamiento del cambio climático dentro de nuestros territorios”, asegura Kerexu, que fue candidata a concejala y es cacica de la aldea Tekoa Takuaty, en la isla Cotinga, en Paraná.

Los indígenas y su crucial experiencia para hacer frente a la crisis climática 

Raquel Sousa Chaves, del pueblo Tupinambá del Bajo Tapajós, en el Estado de Pará, también exige que los pueblos indígenas sean escuchados en los espacios de toma de decisiones y en las negociaciones.

“Uno de nuestros temas es tratar de incluir en los acuerdos, la demarcación de territorios indígenas como una forma de transición justa y tratar la agricultura indígena como una forma de pensar también en el tema de la adaptación y la mitigación. Otro tema es cómo incluir en estos acuerdos la valorización de la ciencia indígena, del conocimiento indígena”, dice.

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La presencia de indígenas, que representa un récord a pesar de la insatisfacción de los líderes, es resultado de las herramientas creadas por Brasil para incluir al mayor número posible de personas en el debate climático.

Entre ellas se encuentran el Círculo de los Pueblos, un organismo representativo de los grupos quilombolas (descendientes de esclavos libertos), poblaciones tradicionales e indígenas; un pabellón en la Zona Verde dirigido a estos colectivos; y la Aldea COP, un campamento organizado para recibir a los participantes de la sociedad civil.

Entre los argumentos esgrimidos para cobrar más protagonismo, los indígenas destacan el papel crucial que juegan en la preservación del medio ambiente.

“Sólo representamos el 6,2% de la población mundial, pero protegemos más del 80% de la biodiversidad mundial. Entonces, habría que reconocer eso y tendríamos que estar dentro del artículo del documento oficial de la ONU, reconocer que los pueblos indígenas sí son los principales defensores. Sobre todo, tener acceso a financiamiento directo sería uno de los mayores logros de los pueblos indígenas, porque sin acceso a financiamiento directo ya conseguimos hacer muchas cosas, sobre todo en lo que respecta al cambio climático. Con acceso a esta financiación, podríamos hacer mucho más”, apunta Maricelma Fialho, del pueblo Terena, originario del Estado de Mato Grosso do Sul. Maricelma es científica biomédica, tiene una maestría y actualmente está cursando un doctorado en Enfermedades Infecciosas y Parasitarias en la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul.

La presencia de líderes indígenas latinoamericanos también ha sido destacada, como demuestra la llegada de la Flotilla Amazónica Yaku Mama desde Ecuador.

Arlindo Ruiz Santos, del pueblo Ashéninka, de la comunidad de “Dulce Gloria”, ubicada en la frontera entre Perú y Brasil, pide que el Gobierno peruano respete los territorios indígenas presentes en este país.

“Vinimos para decir que los pueblos originarios defienden el planeta y que los bosques no están en venta. No queremos que contaminen nuestros ríos”, dice.

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