El funeral por el duque de Edimburgo se celebró este sábado con una solemne ceremonia en la capilla de San Jorge, en Windsor, para conmemorar la vida y el legado del consorte de Isabel II, con apenas 30 invitados y un pequeño coro.

En la ceremonia, basada en lecturas bíblicas y cantos religiosos, el duque fue descrito como un hombre “amable, con sentido del humor y humano”, por el deán de Windsor, David Conner, el único que tomó la palabra junto al arzobispo de Canterbury, Justin Welby.

“Nos ha inspirado su lealtad inquebrantable a nuestra reina, su servicio a la nación y a la Commonwealth, su coraje, fortaleza y fe. Nuestras vidas se han enriquecido a través de los desafíos que nos presentó”, agregó Conner.

La reina Isabel II, que este miércoles cumple 95 años, se sentó sola en la capilla para despedir a su esposo, el hombre con quien se casó siendo aún princesa en 1947 y cuya muerte la deja en el ocaso de su reinado.

Los invitados vistieron de civil, rompiendo con la tradición que normalmente obliga a llevar uniforme militar en funerales reales, una medida adoptada por la monarca, al parecer, para que su nieto Enrique no quedara excluido de esa etiqueta protocolaria.

Si bien el ataúd del duque de Edimburgo yacerá inicialmente en el castillo de Windsor, está dispuesto que cuando la reina muera, se le trasladará a la capilla conmemorativa de estilo gótico de la iglesia Rey Jorge VI para que el matrimonio esté enterrado en el mismo lugar.