
Y es que la justicia estadounidense modificó la sentencia de los hermanos Menéndez y redujo su condena. Un juez de Los Ángeles cambió la cadena perpetúa sin posibilidad de libertad condicional, por una de 50 años o más.
Los hermanos recibieron la pena perpetúa por el parricidio que sacudió a Estados Unidos en los años 1990 cuando apenas estaban en sus 20 años, pero luego de una cruzada legal, que ganó apogeo con el apoyo de la opinión pública, el juez Michael Jesic alteró esta sentencia, lo que permitiría introducir un pedido de libertad condicional ante la junta correspondiente.
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Durante la emocional audiencia, los hermanos se dirigieron a la corte a través de una videollamada desde la prisión en San Diego, donde están recluidos, y aceptaron su responsabilidad en el crimen.
“Maté a mi mamá y a mi papá. No tengo excusas”, dijo Lyle, de 57 años, de acuerdo con periodistas presentes en el juzgado. Prosiguió diciendo: “Asumo toda la responsabilidad de mis elecciones (…). La elección de apuntar un arma a mi mamá y a mi papá, de recargar, de correr y esconderme, y de hacer todo lo que podía para salirme con la mía”.
Erik, de 54 años, también dijo estar consciente de sus acciones. “Disparé cinco veces a mis padres, y fui por más munición. Le mentí a la policía, a mi familia. Lo siento mucho”, contó.
Este era un punto central de la Fiscalía de Los Ángeles que se oponía a aligerar la sentencia de los hermanos, argumentando que no solo no habían asumido la responsabilidad de sus actos, sino que durante décadas habían ofrecido diferentes versiones del crimen y sus motivos.




Varios familiares de Lyle y Erik imploraron al juez por la liberación de los hermanos, afirmando que los hombres frente a la justicia hoy en día no eran los mismos que empuñaron las armas contra José y Kitty Menéndez en su lujosa mansión en Beverly Hills.
¿Qué pasó realmente con los hermanos Menéndez?
Los hermanos, cuando tenían 21 y 18 años, abrieron fuego a sangre fría contra sus padres mientras estos veían televisión. Inicialmente intentaron armar una coartada y le achacaron el homicidio a la mafia, pero la confesión de Erik con su terapeuta permitió que las autoridades los pusieran tras las rejas.
Su defensa afirmó que el crimen fue consecuencia de años de abuso a manos de un padre violento y una madre negligente. Sin embargo, la Fiscalía los acusó de planear el homicidio doble para hacerse con una millonaria herencia. Un primer jurado no alcanzó un veredicto unánime, pero el segundo juicio terminó con la condena a cadena perpetua.
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