Hace unas semanas, un grupo de funcionarios del Servicio Forestal de los Estados Unidos que monitoreaba un gigantesco bosque en el estado de Oregón, en el occidente de este país, se vio enfrentado a un panorama que les generó una gran preocupación.

Sobrevolando los bosques de las regiones de Fremont, Winema, Ochoco y el Bosque Nacional Malheur, los observadores identificaron que miles de árboles variaban entre el rojo y el naranja, un signo claro que indica que un árbol está muerto.

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Tras finalizar las labores de monitoreo, los investigadores estimaron que poco más de 445.154 hectáreas de bosque con abetos, un árbol que puede alcanzar los 80 metros de altura, estaban muertos. Según dio a conocer el Servicio Forestal de ese país, se trata del mayor daño registrado en una sola temporada desde 1.974, cuando empezaron a estudiar la zona.

“Cuando analicé la situación y calculé las cifras, el impacto en hectáreas era casi el doble de lo que habíamos documentado hasta ahora”, dijo Danny DePinte, director del programa de inspecciones aéreas del Servicio Forestal de EE. UU.

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En una entrevista que DePinte le dio al medio independiente Columbia Insight, el funcionario lanzó algunas hipótesis que pudieron haber llevado a esta mortandad de árboles récord. Las principales apuntan a la sequía e insectos y enfermedades generadas por hongos que actúan cuando el árbol está debilitado. 

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“Cuando se produce una sequía, todo el bosque se debilita hasta el punto de que los insectos y las enfermedades empiezan a trabajar en tándem, lo que lleva al árbol al límite y provoca su muerte”, apuntó DePinte, quien aseguró que hacen falta más estudios para determinar con mayor precisión las causas de este evento.