El derrame de miles de barriles de crudo en la costa central de Perú dejó un sombrío balance de aves muertas flotando en el mar o cubiertas de petróleo sin poder volar.

Fueron unos 6.000 barriles de crudo los que se vertieron al mar mientras un barco petrolero descargaba en la refinería La Pampilla, situada en Ventanilla, 30 kilómetros al norte de Lima.

La estructura es de propiedad de la petrolera española Repsol y la empresa atribuyó el accidente al oleaje causado por la erupción volcánica en Tonga.

Las corrientes marinas han expandido el petróleo a lo largo de la costa, a más de 40 kilómetros de la refinería, afectando a 21 playas, según el Ministerio de Salud, que recomendó a la gente no acudir a ellas, pues tienen calificación “no saludable”.

En el lugar hay enormes manchas de petróleo sobre la superficie del mar y aves muertas flotando en el agua, cuenta AFP.

Además de los pescadores, otras personas que viven de actividades ligadas a las playas se quedaron sin ingresos: dueños y empleados de restaurantes, los que alquilan sombrillas y quienes venden comida a los turistas.

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En el muelle de Ancón solo siguen trabajando los tripulantes de embarcaciones mayores que pescan en alta mar, mientras los puestos de venta de pescado están vacíos, porque ya no hay clientes.

El derrame fue calificado como “desastre ecológico” por el gobierno, pero Repsol afirma que no tuvo responsabilidad, pues las autoridades marítimas peruanas no emitieron alertas sobre un posible incremento del oleaje tras la erupción en Tonga.

Los brigadistas usan palas para remover la arena impregnada de petróleo, que es luego llevada en camiones hacia depósitos de residuos tóxicos. Esta faena se desarrolla en forma manual y nadie sabe cuándo terminará la limpieza en toda la costa afectada.

Perú exigió a Repsol “resarcir” los daños por el derrame de los 6.000 barriles de crudo. El Ministerio del Ambiente indicó que fueron afectadas más de 174 hectáreas en la franja de playas y 118 de superficie en el mar.