Este es, sin embargo, solo el primer capítulo de la batalla legal que le espera al australiano, requerido por Estados Unidos para juzgarlo por “piratería informática”. Este jueves debe enfrentar una vista judicial por ese motivo, en un proceso que podría alargarse hasta dos años.

Assange compareció ante el tribunal con un aspecto sensiblemente mejor que cuando fue detenido por la policía británica dentro de la embajada, después de que Quito le retirase el asilo diplomático que le había acordado casi siete años antes.

Con una chaqueta de traje negra sobre una sencilla camiseta color gris, el australiano, de 47 años, había cambiado la larga barba blanca y la cola de caballo por una barba bien recortada y el cabello corto, llegando al juzgado con un desafiante puño en alto.

“¡Vergüenza a Reino Unido!” y “¡Vergüenza a Ecuador que vendió a Assange!”, gritaba una mujer entre el puñado de manifestantes congregados en la puerta del tribunal, mientras otro enarbolaba una pancarta que decía “Liberen a Julian Assange, candidato al premio Nobel de la Paz”, frente a una docena de cámaras de televisión.

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El fundador de la plataforma que desde 2010 difundió cientos de miles de documentos diplomáticos y militares secretos de Estados Unidos, era objeto de una orden de detención británica desde 2012 tras no presentarse a una comparecencia judicial en el marco de su libertad condicional.