Cuando miramos al cielo en una noche despejada encontramos algo que es difícil de comprender; el infinito. Sin embargo, hay un lugar ahí arriba que está llegando también a su límite, el lugar donde orbitan la mayoría de satélites artificiales y se está saturando con tantos residuos espaciales que eventualmente producirían un nivel de riesgo a quienes viajen al espacio.

Según un reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), se podría decir que en 2050 habría más residuos que satélites orbitando el planeta. Esto deja en evidencia la necesidad de, además de acciones urgentes para revertir y adaptarnos al cambio climático en la Tierra, se planteen acuerdos al respecto entre la comunidad internacional, sus programas espaciales y otros actores.

Por otro lado, está el abandono de materiales en órbita por parte, entre otros, de los multimillonarios, como Richard Branson y Jeff Bezos, que recientemente han dado ya los primeros pasos en lo que serán viajes comerciales al espacio, así como los curiosos que han enviado globos y otros elementos que llegan a órbita de manera “casera”.

(Le puede interesar: Por qué nadie ha ido a la Luna en medio siglo: es caro y no hay justificación científica)

Esta aceleración de la exploración espacial hace que el tema de residuos espaciales sea un tema de gran relevancia, creando un espacio interesante para nuevos consultores en sostenibilidad espacial.

Según la NASA, como fue reportado por el diario El País, cerca de 29.000 objetos de más de 10 centímetros se encuentran actualmente en la órbita terrestre baja viajando a altas velocidades.

Legislación actual y soluciones a la vista

Desde 1960 se han desarrollado varios acuerdos internacionales que han orientado políticas para los países que han tenido la capacidad de enviar elementos al espacio.

Dentro de ellos está el Tratado del Espacio Ultraterrestre (OST, por sus siglas en inglés), el cual limitó los volúmenes y las capacidades de los elementos llevados a órbita y muchos, hoy, son satélites al servicio de la sostenibilidad que monitorean el clima y generan modelos para optimizar cosechas de alimentos, mapean riesgos climáticos y retroalimentan proyectos de adaptación, lo cual es paradójico frente a este problema de la basura espacial, que aún nadie ve.

En 1976 se creó la convención para el registro de elementos lanzados al espacio, en donde cada país está llamado a proveer información de manera oportuna y transparente a la oficina de las Naciones Unidas de Asuntos del Espacio, con el objetivo de generar modelos que permitan predecir su ubicación y reducir el riesgo de colisión con proyectos futuros.

También existen varios acuerdos voluntarios, entre algunas de las potencias y empresas privadas, en donde se afirma que los satélites que pierdan vigencia luego de 25 años de uso y para naves nuevas con objetivos específicos (dos años), se programe su reingreso para asegurar su desintegración.

(Vea también: Raro hallazgo hizo que científicos se plantearan la existencia de un universo paralelo)

Lamentablemente, todavía no existe un acuerdo común o un tratado internacional específico para la basura espacial. Estas conversaciones en el marco de la Comisión de las Naciones Unidas sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos (COPUOS) y la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de las Naciones Unidas, han generado líneas de trabajo pero nada concretas y en sus informes más recientes se encuentran las siguientes pautas que deberán orientar la legislación de manera urgente, dado que desde la última década se viene trabajando por parte de privados en proyectos independientes.

Los puntos clave para concertar frente a este tema son los siguientes:

  • Promover el diálogo, la divulgación de información y la cooperación con miras a ofrecer soluciones tangibles y recomendaciones prácticas para la adopción de medidas.
  • Trabajar en innovación para alargar la vida útil de los satélites.
  • Generar modelos de monitoreo de los desechos para evitar colisiones.
  • Regular o evitar la conformación de constelaciones de satélites sin consensos previos y transparencia.
  • Los principales aportantes de desechos espaciales debían asumir la responsabilidad en su remoción, en un marco convenido internacionalmente.
  • El acceso libre al espacio ultraterrestre podría quedar excluido si no se hallaban mecanismos para remover los desechos espaciales o devolverlos a la Tierra.

Mientras los estados en la Tierra tienen fronteras y cada uno puede poner sus límites, como sucede hoy en varios países que exigen a las empresas recolectar un porcentaje de los envases y empaques que una marca lleva al mercado, o proyectos obligatorios de compensación de huella de carbono a través de financiación de proyectos que capturen o reduzcan emisiones, en el espacio no existen estas fronteras y cada elemento que encontremos en órbita tiene el derecho a estar ahí.

Una propuesta de solución a este tema sería fijar una norma que exija a los países y privados recolectar la misma cantidad de material para sacarlos de orbita y conducirlo hacia la desintegración, o financiar entre todos a una empresa global de aseo que preste estos servicios por igual. Un modelo de pago por servicios ambientales o de gestión de residuos.

Mientras tanto los empresarios privados están aplicando los conceptos de reducción y reutilización, más motivados por el costo, pero al menos están planteando utilizar cohetes que se fragmentan por etapas antes de llegar a la órbita que luego son rescatados y usados nuevamente, como el Space X de Elon Musk y Blue Origin de Jeff Bezos.

Lee También

Elon Musk, sostenible en la Tierra y en el espacio

Los vehículos Tesla están haciendo que la industria del automóvil sea más ecológica, y recientemente en sus redes sociales se ha mencionado que el cohete SpaceX también puede hacer que el espacio exterior sea más ecológico, recolectando basura espacial en su recorrido.

Cuando Musk mostró la trayectoria que su nave haría desde la Tierra a Marte, y de regreso, un usuario de Twitter le pregunto si en el recorrido podría ir recogiendo la basura espacial a lo que respondió casi de inmediato afirmando esta posibilidad “podemos volar la nave en el espacio mientras que con una de las puertas de la carcasa vamos masticando estos residuos”. Algo similar había respondido la presidente de Space X, Gwynne Shotwell, quien mencionó en una entrevista a Times que durante el recorrido la nave podría ir recolectando basura espacial en su zona de carga.