Si hay algo de cierto en el adagio popular que reza que ‘lo que es para uno no se tuerce ni en la peor curva’, sin lugar a dudas, Claudia López es la viva encarnación de aquella frase, toda vez que el sueño embrionario que empezó a nacer en un modesto colegio de Cajamarca, terminó germinando a 3.323 kilómetros de distancia, cuando logró ingresar a la Nasa en el área de electroquímica y materiales.

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Oriunda de Ibagué, pero con espíritu cajamarcuno, su amor por la ciencia y el aprendizaje, que nació a muy temprana edad, la fue llevando a conocer lugares y alcanzar logros que, por una serie de motivos, eran difíciles de coronar en Colombia.

“Mi interés por la química surgió en el grado décimo cuando tomé por primera vez una clase de química con la profesora Amparo Cetina, del colegio Nuestra Señora del Rosario en Cajamarca. Fue ella, junto con el profesor Argemiro Hernández, quienes crearon ese gusto que siempre he tenido por la química y las matemáticas”, comentó Claudia.

A día de hoy, los fundamentos que aprendió en aquel municipio de ameno clima, con cadenas de montañas y amplias calles, son los mismos que aplica trabajando en el desarrollo de polímeros de estado sólido para baterías de litio.

“Siempre sentí ese interés y ganas de experimentar cómo es trabajar en la Nasa, ver su tecnología y sus tipos de investigación. Así que apliqué, pero lo veía como algo muy difícil porque debía competir con mucha gente (…), pero yo soy de las que piensa que hay que tocar puertas, pues alguna de ellas se abrirán, y que lo peor que me pueden decir es que no”, recuerda Claudia entre risas.

En los tiernos años de su juventud, mientras algunos ni siquiera habían empezado a moldear su carácter, ya Claudia tenía la certeza de que quería dedicar su vida y esfuerzos al estudio de la composición y las propiedades de la materia; sin embargo, cuando regresó a Ibagué, a falta de una carrera que tuviera dicho énfasis, empezó a estudiar Matemáticas en la Universidad del Tolima.

Aquellos fueron años de ver teñir la ciudad de un color rosa por cuenta de los ocobos, de repasar para los exámenes finales, pero, sobre todo, de degustar de la variedad culinaria que ofrecen los pañuelitos de choclo en la Pola, un sabor que a la distancia le sigue despertando gratas reminiscencias.

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Sin embargo, el círculo vocacional se terminaría de cerrar en el 2014 cuando, junto a su familia, decidieron emigrar a Tennessee en búsqueda de mejores oportunidades.

“Al llegar a allí empecé a trabajar y a estudiar mi pregrado. Ingresé a Middle Tennessee State University donde me gradué de lo que más quería, es decir, como profesional en Química y Matemáticas. Estando en mi último semestre del pregrado fui admitida al programa de doctorado en Química en Clemson University donde actualmente estoy terminando mi último año”.

“Allí hago investigación sobre química sostenible y polímeros que puedan ser utilizados en construcciones, pero que puedan ser biodegradables para reducir así las emisiones de dióxido de carbono”, recordó.

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Fue en el último año de doctorado en el que ingresó a la Nasa para hacer sus pasantías, que Claudia reflexionó que más allá del esfuerzo, la dedicación y la disciplina, lo que la separaba del sueño de ser una gran profesional no era la distancia entre el Tolima y Carolina del Sur, sino la falta de oportunidades que, lastimosamente, abundan por estas tierras y obligan a muchos a hacerse un futuro en otro país.

“En Colombia hay muchas personas con mentes brillantes e ideas maravillosas. Hay mucho talento, especialmente en los jóvenes. Desafortunadamente, nos falta apoyo a nivel educativo por parte del Gobierno, y por eso varios decidimos tomar la decisión de emigrar”, concluyó.