Schenk, hoy con 50 años, contó en una extensa crónica de la BBC cómo fue que una ligera trasnochada por andar de celebración terminó salvando su vida. 

Con 30 años en 2001, el ciudadano colombo-alemán trabajaba en una empresa de logística internacional que tenía sus oficinas en el piso 32 de la torre norte del World Trade Center de Nueva York, comienza narrando Schenk a la cadena británica. 

El hombre, que llevaba un año trabajando en el icónico edificio de La Gran Manzana, había salido a cenar y tomar algo la noche del 10 de septiembre de 2001 con su pareja de entonces y se había quedado a dormir por fuera de su casa.

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“Ese día [el 11 de septiembre de 2001] me levanto muy temprano, porque antes de ir a la oficina debía ir a mi casa a cambiarme. Me baño, me visto, me voy rápido al metro. Pienso sorprendido: ‘Guau, voy a llegar a tiempo’”, relata el hombre a ese medio. 

A pesar de su cálculo, Schenk estaba llegando al trabajo unos minutos más tarde de lo que solía hacerlo. El reloj marcaba las 8:46 de la mañana y, cuando estaba a punto de entrar al edificio, ocurrió la tragedia. 

“Estaría a unos 25 metros de las puertas giratorias para entrar al lobby del edificio de la Torre 1, donde yo trabajaba, la Torre Norte, y en ese momento veo a la gente en pánico corriendo hacia mí. Lo que más me impactó fue ver a las mujeres con sus vestidos y con sus carteras corriendo. La imagen es muy fuerte. Pensé que algo muy grave tuvo que haber sucedido para que la gente corriera de esa manera”, confiesa el hombre a la BBC. 

En cuestión de segundos, Schenk miró al cielo y vio una enorme columna de humo que salía de los últimos pisos del edificio en el cual trabajaba.

Antes de poder hacer algo, un segundo avión se estrelló contra la otra torre del World Trade Center y, recién en ese momento, Schenk apeló a su instinto de supervivencia para cubrirse la cabeza y salir corriendo de la zona lo más rápido posible. 

“Entonces corro alejándome de ahí, entro por unas escaleras que debían estar muy cerca a uno de los metros debajo de las torres. Estoy en tal estado de alerta que bajo a una velocidad absurda y sin pensarlo, salto la máquina por donde se pasa la tarjeta para entrar al metro. Parecía un gimnasta profesional. Es algo que se me quedó en la mente siempre”, manifestó Schenk al medio británico. 

El hombre confiesa que le sorprendió la tranquilidad que había en esa estación del metro. Sin embargo, comprendió la magnitud del desastre cuando se bajó un par de estaciones más adelante y allí le contaron qué era lo que había pasado. 

“Veo a dos niñas jóvenes, debían tener menos de veinte años. Están llorando. Les pregunto qué pasó y una de ellas me dice que se acaban de estrellar unos aviones contra las Torres Gemelas”, añadió Schenk a esa cadena. 

Horrorizado, llegó hasta su casa y vio por televisión cómo las torres en las que trabajaba se derrumbaban. Asismismo, contó que en el resto del día intentó comunicarse con sus compañeros de trabajo, pero no lo logró.

Días después, 23 de los 25 trabajadores de su oficina de reunieron. Las otras dos personas fallecieron en los atentados. Una de ellas, su jefa de prácticas, había llegado a la oficina minutos antes que él y murió tras sufrir quemaduras al quedar atrapada en el ascensor mientras subía para su oficina. 

“Probablemente, ella estaba en el lobby llegando, es decir, varios metros delante de mí, frente al ascensor, cuando el primer avión se estrella. La explosión entra por los túneles de los ascensores y estalla en el lobby del edificio”, relató Schenk a la BBC. 

Hoy, cuando el mundo conmemora el vigésimo aniversario del atentado que acabó con la vida de más de 2.000 personas, el hombre confiesa que a veces tiene episodios de culpa del sobreviviente. 

“El tema de la culpa es muy fuerte. Yo me siento afortunado, pero a veces me siento culpable porque a pesar de haber vivido unas experiencias tan complicadas, tan difíciles, la vida me da regalos y continúa presentándome oportunidades. Tengo momentos de extrema felicidad, de agradecimiento y de optimismo. Y a veces siento que no es justo. ¿Por qué yo sí y por qué otros no?”, confesó el hombre a ese medio.