Según Amnistía, la presidencia de Trump ha llevado a que las doctrinas de odio gane seguidores en todo el mundo, y en la comunidad internacional hay un comportamiento pasivo en ese sentido. Sin embargo, a raíz de eso han surgido y aumentado los movimientos sociales, informa El País, de España.

Margaret Huang, directora ejecutiva de Amnistía Internacional en Estados Unidos, dijo:

“Mientras el presidente Trump toma medidas que violan los derechos humanos dentro y fuera de Estados Unidos, activistas de todo el país nos recuerdan que es en sus comunidades donde la gente ha librado y ha ganado siempre la lucha por los derechos humanos universales”.

Pero las políticas “regresivas” no solo han desembocado en un mayor activismo dentro de Estados Unidos, sino también fuera del país, como en Chile, donde ha habido manifestaciones por la prohibición del aborto; en Taiwán, a favor del matrimonio de parejas del mismo sexo; o en Nigeria, donde se manifestaron contra los desalojos forzosos.

La ONG también se refiere y critica decisiones específicas de Trump, como el veto de viaje a ciudadanos de países musulmanes, la cancelación de ayudas a organizaciones que se ocupan de asesorar a las mujeres sobre sus derechos reproductivos, el la disminución a la contribución en la ONU y la estigmatización de la inmigración.

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De igual manera, Amnistía critica a Trump por no manifestarse contra los gobiernos autoritarios del ruso Vladimir Putin, del egipcio Abdelfatá al Sisi, y del filipino Rodrigo Duterte.

Además, Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional, se refirió a la postura del presidente estadounidense sobre la cárcel de Guantánamo, donde se encarcelan a sospechosos de terrorismo:

“Si un presidente legitima violaciones de derechos humanos, como Guantánamo o la tortura, pueden imaginarse los ejemplos que da”.

Sin embargo, la ONG dice que a pesar de que la administración de Trump fue la que acaparó la mayor parte de la atención de la prensa con sus discursos contra los refugiados, en países como Hungría y Australia también hay quienes consideran a los refugiados como un problema, “no como seres humanos sin derechos”.