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Este artículo fue curado por pulzo   Dic 28, 2025 - 8:50 am
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La pregunta sobre qué guerra viene después de la de Ucrania ha dejado de ser un debate técnico para convertirse en lenguaje político cotidiano. Ya no es un asunto que traten los think-tanks atlantistas. El pasado 11 de diciembre el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, comprimió ese estado de ánimo en una frase diseñada para sacudir conciencias: “Somos el siguiente objetivo de Rusia”. Rusia prefiere presentar a Europa como “belicista” por advertir de un riesgo que Moscú niega. 

El ejército de Putin controla aproximadamente el 20% del territorio ucraniano. Ese dominio incluye casi la totalidad de las provincias de Luhansk y Donetsk, el corazón industrial del Donbás, amplias zonas de Zaporiyia y Jersón, y la península de Crimea, un enclave estratégico en el mar Negro. Mientras Washington se acomoda sorprendentemente a Moscú, Alemania se está armando y pronto podría tener el Ejército más fuerte de Europa. Pero la OTAN tiene lagunas en materia de defensa. Y Rusia podría aprovecharlo en un ataque o una provocación. 

Algunos medios y especialistas sitúan ese escenario como la culminación del proyecto ‘putinista’ tras una cadena poco habitual de advertencias públicas emitidas durante este año por dirigentes europeos y servicios de inteligencia sobre la posibilidad de un choque directo con Rusia. El flanco báltico aparece como escenario recurrente en las hipótesis de “test” contra la Alianza. 

El último sobresalto en las cancillerías europeas ha llegado de la mano de un informe de Reuters en el que seis fuentes familiarizadas con evaluaciones de inteligencia estadounidenses sostienen que los objetivos de Vladimir Putin en Ucrania no habrían variado: tomar toda Ucrania y, en una formulación todavía más amplia, “reclamar” partes de Europa que formaron parte del antiguo espacio soviético

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La tesis de la guerra más allá de Ucrania provoca escalofríos en el viejo continente, pero también entre quienes esperan un final rápido de la guerra: parece que mientras se habla de paz, la inteligencia rusa sigue tramando ambiciones de largo alcance. La discusión aparece, además, en pleno esfuerzo diplomático de Estados Unidos por cerrar el conflicto como sea. 

Por un lado, Rusia no tiene hoy la capacidad militar para “arrollar” Europa. Por eso el debate serio gira menos sobre una invasión continental inmediata y más sobre plazos, capacidades y métodos. El 22 de diciembre, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov calificó de “absolutamente” falso que Putin quiera apoderarse de toda Ucrania y de partes de Europa, y sostuvo que si esa lectura circula en Estados Unidos es porque sus servicios de inteligencia están equivocados. 

El ajedrecista y disidente ruso Garry Kasparov describe a Rusia como un país ya organizado en torno a una economía y una cultura de guerra, difícil de “apagar” incluso con incentivos externos. “Rusia hoy es un campo de batalla gigante”, afirma en declaraciones a Radio Francia Internacional, y sostiene que incluso un eventual acuerdo impulsado desde Washington no cerraría necesariamente el ciclo porque el régimen necesita una “victoria brillante” y porque la propia reintegración de cientos de miles de combatientes en un país con un culto a la fuerza y control añade inestabilidad interna. Para Kasparov el conflicto deja de ser una opción y se convierte en un marco de gobierno: “Rearme, propaganda desde edades tempranas, prioridad del sector industrial-militar y recorte del resto de capítulos”. 

Kasparov recuerda que la escalada puede estar ocurriendo ya por otras vías, como “las violaciones de espacio aéreo y los incidentes que fuerzan cierres de aeropuertos por drones desconocidos”. Y formula el escenario que preocupa a la OTAN: “No una ofensiva masiva, sino una incursión pequeña, confusa, rápida, destinada a demostrar que la Alianza no responde”. “Unos cuantos centenares de hombres en Estonia o Letonia”, añade. Kasparov cree que el ataque podría producirse en los próximos meses. 

Otro testimonio empuja en la misma dirección. Hans Granlund, jefe de Estado Mayor de la OTAN en el Báltico advierte de la evolución rusa: “Rusia va camino de una guerra en la que el enemigo somos nosotros”. “Aunque no entendamos sus objetivos, Rusia no va a renunciar a ellos, porque lo que Rusia aprenda de luchar contra Ucrania lo usará contra nosotros”. Y plantea la urgencia en un terreno menos retórico: la velocidad de adaptación. La referencia, dice, es la que Ucrania ha demostrado en su desarrollo de capacidades, organización social, eliminación de burocracia y abordaje inmediato de problemas propios de una sociedad bajo presión. “Comparando de dónde vienen y dónde están ahora, es muy impresionante lo que han hecho los ucranianos, y creo que tenemos que hacer un tránsito similar en Europa”, dice Granlund. 

Para muchos expertos la pregunta no es si Rusia invadirá Europa en abstracto, sino cómo podría intentar quebrar la disuasión si la guerra de Ucrania se estabiliza. Tres informes emitidos este año ayudan a dibujar un escenario más probable que la caricatura de tanques rusos camino de Occidente. La inteligencia militar danesa (DDIS), en su Intelligence Outlook 2024, sostiene que Rusia intensificará el uso de medios híbridos —incluido sabotaje e influencia— y que es probable que se vuelva más dispuesta a desafiar a países de la OTAN con medios militares. También advierte de que, aunque “por ahora” no hay amenaza de un ataque militar regular contra Dinamarca, la amenaza militar rusa contra la OTAN aumentará en los próximos años. Por su parte el Hybrid CoE, en su ‘Working Paper 32’, describe la lógica de la zona gris: Rusia, plenamente ocupada con Ucrania y consciente del poder militar de la OTAN, no parece buscar un conflicto militar directo con Occidente; en su lugar, persigue debilitar Europa principalmente con herramientas híbridas no militares, precisamente porque le permiten desestabilizar y socavar el apoyo a Ucrania manteniéndose por debajo del umbral que activaría la defensa colectiva. 

Más preocupante es el análisis del ECFR, el European Council on Foreign Relations. Su informe ‘The bear in the Baltics’, analiza dos escenarios para Estonia: una invasión para tomar territorios rápidamente y forzar parálisis política en la OTAN, o una campaña híbrida con ‘proxies’, sabotaje y fuerzas especiales cuyas operaciones puedan ser negadas para crear hechos consumados bajo la niebla de ambigüedad. El informe añade un dato importante para calcular plazos: estima que Rusia necesitaría entre 5 y 10 años tras el final de la guerra en Ucrania para recuperarse y rearmarse de cara a un ataque de ese tipo. El informe concluye que ninguno de los dos escenarios podría tener éxito estratégico hoy. 

La UE es una superpotencia económica y comercial, y Rusia no. Mientras Rusia conserva la corona del músculo militar en Eurasia, entre los países netamente europeos, el Reino Unido y Francia destacan por su tecnología, Finlandia por su experiencia con los rusos e Italia y Alemania por su crecimiento estratégico. La esperanza de Moscú es romper esta alianza para que no opere de manera conjunta. 

Reportaje de Xavier Colás desde Rusia.

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