“Creyó que sería joven y millonario toda la vida”, dijo Diva Jessurum en su programa Expediente Final al referirse a Montoya, que murió por un cáncer de garganta.

Otros actores como Jorge Emilio Salazar y Diego Álvarez, miembros activos de un colectivo de artistas bohemios, también fallecieron dramáticamente, dijo Roberto Reyes, director de televisión.

En declaraciones en una vieja entrevista, Luis Fernando Montoya admitió que el hecho de ganar buen dinero le permitía darse el lujo de despilfarrar sin pensar que iba a “ser castigado por el medio y su irresponsabilidad”, porque nunca creyó que lo fueran a despedir por sus actos de indisciplina.

Carlos Congote Gómez, actor y amigo de Montoya, reconoció que él “era un pájaro libre que hizo lo que quiso hacer en su vida”, sin medir el impacto de semanas enteras de rumba.

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Tenían que ir a buscarlo a la casa, meterlo en la ducha, vestirlo y llevarlo a la grabación, comentó Roberto Reyes, e indicó que Luis Fernando se excusaba con argumentos absurdos como que la noche anterior estaba estudiando los libretos y llegaban amigas a buscarlo sin poderse resistir.

Carlos Duplat, otro director de cine y televisión, recordó que en un proyecto que hizo con él se le “desapareció”, pero que al final pudo reponerse y terminar el papel para el que había sido contratado. Sin embargo, su constante incumplimiento hizo que fuera vetado y que nadie lo quisiera firmar de nuevo, comentó Diva Jessurum.

Sobre esta generación de actores, Gustavo Bolívar, libretista y actual senador, reflexionó que “si el actor no ahorra su tiempo, si no considera que ese último papel es el último en su vida, sino que creen que van a venir más y esos más nunca vienen, pues ahí es donde vienen todos esos desequilibrios económicos”, como le ocurrió a Luis Fernando Montoya.

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