He dicho en diversas ocasiones que la compra y venta de votos es la génesis de la corrupción en toda Colombia, es la madre de todos los males, el principio y el fin de la esperanza y de los sueños que han tenido los pueblos históricamente de salir de la pobreza, de la miseria y del abandono a que han sido sometidas las comunidades desde épocas ancestrales y que de manera vertiginosa se han ido enquistando perversamente en el propio corazón del estado.

Resulta inverosímil e inaceptable, en una democracia, que la compra de votos sea vista como algo normal, común y rutinario y que entre a formar parte de nuestra idiosincrasia, de nuestro pensamiento y de nuestro diario vivir.

Ver grupos familiares de cinco, seis o más personas buscando el mejor postor para venderles el voto, ya es tradicional el día de las elecciones, inclusive existen familias ampliamente conocidas en esta actividad que con anterioridad son planilladas y venden sus votos por adelantado sin ninguna consideración.

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Los mercaderes

Todavía existen mercaderes, ya no con aquellas mochilas con cuadernos llenos de nombres añejados con sus cédulas traslúcidas e indescifrables por el tiempo. Ahora son más sofisticados y en sus computadores y celulares de alta gama, presentan un amplio listado para ofertar sus votos al por mayor, como vender papas, plátano o yuca harinosa.

De nada le sirve al profesional humilde haber construido una hoja de vida brillante y tener una personalidad reluciente de honestidad, transparencia y buenas costumbres, no señor, solo les importa el dinero, venga de donde venga, es lo que menos les importa.

A este tipo de electores que en cada campaña aumenta de manera exagerada, solo les importa la plata y nada más.

Testimonios de compra de votos

Tuve la oportunidad de entrevistar a algunos personajes que vendieron el voto en la pasada cita electoral, y al preguntarles por quién votaron, me respondieron que no sabían.

“Yo no sé”, me decían. “Yo solo marqué por el que me dijeron en un papelito, con el logo y el número del candidato”. “A mi después que me den mis cien ‘barras’ no tengo que ver quién gana o quién pierde”. Gritaban algunos.

Otros justificaban la venta de su voto a los altos índices de corrupción que reinan en el país y a la indiferencia de la clase dirigente ante la infinidad de problemas que afrontan diariamente.

“Ellos van a robar, a llenarse los bolsillos, entonces que tiren algo por el voto. Con esto yo resuelvo una semana y listo”; decían algunos de manera eufórica.

Oportunidad transitoria

Cabe destacar que, en esta época de crisis alimentaria, con el alto costo de la canasta familiar, muchos ven ese día como una oportunidad para mitigar, aunque de manera transitoria, las dificultades y penurias de una vida cruel y desgarrante. Otros lo hacen por puro placer, aunque no tengan necesidad alguna, ahí están en la fila, esperando el turno para vender el voto y salir a tomarse unos tragos.

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En síntesis la compra y venta de votos seguirá siendo el mayor problema de nuestra democracia, el cual no solo retrasa el progreso y el desarrollo de los pueblos, ya que esas inversiones costosas terminan afectando de una u otra forma el erario público de una manera catastrófica aumentando los elefantes blancos con obras inconclusas y de mala calidad, abandono en las zonas rurales y en detrimento de la salud, educación, agua potable y saneamiento básico, algo fundamental para el desarrollo y supervivencia de las comunidades.

Está claro y bien sabido, que mientras existan estas prácticas corruptas adornadas con una alta dosis de perversidad, seguiremos negándonos la oportunidad de tener concejales, diputados, congresistas y gobernantes locales y nacionales de alta calidad, con excelentes perfiles académicos y gerenciales que nos ayuden a enrutar el país por el camino del éxito y de las grandes transformaciones que requiere la patria.

Seguiremos negándoles la oportunidad a todos aquellos jóvenes que con tanto esfuerzo terminan una carrera universitaria y no tienen la más mínima posibilidad de llegar a un cargo de elección popular porque lo primero que le preguntan sus electores es: “¿dónde está la plata? ¿Cuánto billete tienes para aspirar? ‘Esto es con billete, esto no es pa’ limpios’. ‘Mejor voto por don zutano que ese sí tiene la tula, y en rama”.

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Lamentablemente, comentarios como estos son frecuentes en nuestra comunidad electoral, pero, aunque nos duela, es una triste realidad que los colombianos no hemos querido enfrentar.

El elector debe tomarse su tiempo para analizar los diversos programas y candidatos para de esta manera ejercer con firmeza y contundencia su derecho a elegir libremente.

POR GABRIEL DARÍO SERNA GÓMEZ/ ESPECIAL PARA EL PILÓN

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