Para los socios de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), que celebró esta semana su asamblea general anual, en Doha (Catar), la cuestión es saber si el alza en el precio de los tiquetes aéreos va a tener consecuencias en el acceso a este medio de transporte y en sus ambiciosos planes de crecimiento, pese a la crisis climática.

Este sector atravesó dos años de crisis con aviones volando medio vacíos y precios relativamente bajos con respecto al nivel previo al COVID-19. Pero con el levantamiento de la mayoría de las restricciones, se terminó la hora de las ofertas.

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En Estados Unidos, por ejemplo, el precio promedio de un trayecto interno pasó de 202 dólares en octubre de 2021 a 336 dólares seis meses más tarde, según estadísticas de la Reserva Federal de Saint Louis.

En la Unión Europea, el precio sin impuestos de los tiquetes volvió a ubicarse en abril al nivel que tenía en el mismo mes de 2019, tras una caída de más de 20 % en 2020, según los datos de la consultora Cirium.

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Las causas del alza son un fortalecimiento de la demanda, una oferta ceñida por dificultades logísticas y una inflación sin precedentes en 40 años por el impacto de la guerra en Ucrania en los precios del petróleo.

Las compañías aéreas proyectan que este año el combustible representará un 24 % de sus costos, frente un 19 % en 2021. En un momento en el que las aerolíneas buscan mejorar las cuentas lastradas por la pandemia, se ven obligadas a transferir los costos al cliente.

“No creo que veamos una reducción de la demanda”, estimó el consejero delegado de United Airlines, Scott Kirby.

¿Fin de la democratización?

Más allá de estos desafíos, hay una espada de Damocles que se cierne sobre el transporte aéreo: cumplir con la promesa de no contribuir al cambio climático para 2050, pero transportando a 10.000 millones de personas por año, frente a 4.500 viajeros registrados en 2019.

Para lograr este objetivo, las compañías apuestan mayoritariamente por los carburantes sostenibles, que son cuatro veces más caros que la energía proveniente de los hidrocarburos.

Algunos gobiernos ya han impuesto la obligatoriedad de utilizar una parte de la energía proveniente de estos carburantes, obligando a las aerolíneas a imponer sobrecostos a los consumidores.

La IATA estima el costo total de la transición hacia las cero emisiones en 1,55 billones de dólares en 30 años.

“La transición se va a reflejar en los precios”, admitió el martes el director general de la IATA, Willie Walsh.

En este escenario, la democratización del mercado “va a ser más difícil”, afirmó Krishnan socio de la consultora McKinsey y especialista en el sector aéreo.