
Cada vez más adultos están comprando juguetes que no piensan regalar a niños; a este fenómeno se le conoce como kidults, una palabra que combina kid (niño) y adult (adulto).
Estos consumidores no buscan comportarse como pequeños, sino revivir su infancia a través de figuras de acción, videojuegos retro o ropa inspirada en caricaturas clásicas.
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Las principales razones detrás de esta tendencia son la nostalgia, el deseo de aliviar el estrés, el mayor poder adquisitivo que tienen ahora y el auge de la cultura pop, que rescata personajes y series del pasado.




El impacto económico es notable: en Estados Unidos, los kidults representaron el 17.3 % del mercado de juguetes en 2023, gastando unos 6.700 millones de dólares.
En Europa, la cifra alcanzó los 2.600 millones de euros. Empresas como Lego, Mattel y Hasbro han respondido creando productos específicamente para este público adulto, como sets de Lego de Star Wars o Harry Potter.
Ser kidult no implica inmadurez, sino disfrutar la vida adulta manteniendo la creatividad y la alegría que despertaban esos objetos en la infancia. Además de juguetes, esta tendencia impulsa la venta de videojuegos retro, ropa con diseños nostálgicos y remakes de series y películas clásicas.
Qué es ser un kidult, ¿es bueno o malo?
Ser kidult es un fenómeno sociocultural que describe a los adultos que, lejos de abandonar por completo el universo lúdico de su infancia, deciden seguir consumiendo productos asociados tradicionalmente a los niños, como juguetes, figuras de colección, videojuegos retro o ropa inspirada en caricaturas y series animadas.
El término proviene de la fusión en inglés de kid (niño) y adult (adulto), y más que una simple moda, representa una manera de reconciliar la madurez con el deseo de mantener viva la nostalgia, la creatividad y la capacidad de asombro propias de la niñez. Este grupo no busca comportarse como menores de edad, sino disfrutar de elementos que evocan recuerdos felices y que, además, encuentran un valor estético, emocional y hasta cultural.
Para muchos, ser kidult es una forma saludable de gestionar el estrés de la vida moderna. Actividades como armar sets de Lego complejos, coleccionar figuras de acción o volver a jugar videojuegos de los años 80 y 90 funcionan como mecanismos de relajación y escape.
En ese sentido, este fenómeno no es solo caprichoso o superficial; también refleja la búsqueda de equilibrio entre las exigencias del mundo adulto y la necesidad de conservar espacios de diversión y desconexión emocional. Gracias a un mayor poder adquisitivo, muchos adultos pueden ahora comprar productos que en su infancia eran inaccesibles, completando así un deseo pendiente y creando una conexión simbólica con su pasado.
Desde el punto de vista económico, el auge de los kidults ha impulsado a empresas como Lego, Mattel o Hasbro a desarrollar líneas especialmente diseñadas para este público. Los sets de construcción inspirados en películas icónicas, las reediciones de consolas clásicas o las figuras detalladas de personajes de la cultura pop no solo generan grandes ingresos, sino que también revitalizan marcas que podrían haberse quedado ancladas únicamente al público infantil. De esta forma, los kidults han transformado un pasatiempo individual en un segmento clave del mercado global.
Decidir si ser kidult es bueno o malo depende en gran parte de la perspectiva y del equilibrio personal. Mientras no se convierta en una forma de evadir responsabilidades o en una obsesión que afecte otras áreas de la vida, disfrutar de estos objetos no tiene nada de negativo. Al contrario, puede ser una manifestación de creatividad, identidad y autoexpresión que enriquece la experiencia adulta y demuestra que crecer no significa necesariamente renunciar a todo aquello que alguna vez nos hizo felices.
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