Rojas Contreras comienza su relato en The New York Times con datos de las exportaciones del producto estrella de la firma Colombina, la Bon Bon Bum, que llega a 90 países, incluidos Papúa Nueva Guinea y China.

La autora, que estuvo en la fábrica de estos dulces, en el Valle del Cauca, también explica que la compañía emplea a más de 2.000 personas y 200 en la planta que hacen de este producto uno artesanal, pero que el número de unidades de Bon Bon Bum llega a 160 millones al mes.

El artículo describe la fábrica y las labores sociales de la compañía en relación con el deporte, que favorecen a más de 34.000 jóvenes de todo el país.

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Luego, el relato pasa de lo económico y lo industrial a la experiencia que millones de colombianos como ella han tenido cuando se comen una Bon Bon Bum y, especialmente, los expatriados que dejan de comerla durante décadas, pero que una vez la vuelven a probar regresan a su niñez y descubren que cosas tan sencillas como el ritual de quitarle la envoltura y comerla, poco a poco hasta que queda expuesto el chicle dentro del caramelo duro, están ahí, intactas en su memoria.

La mujer recrea su nota con memorias y anécdotas de sus seres queridos y una Bon Bon Bum al lado.