Para los fabricantes, basados en Rusia, (32º país consumidor del mundo según un estudio de la marca japonesa Kirin que data de 2016), el aumento de la demanda durante el mes de la Copa del Mundo no moverá mucho la aguja ni cambiará gran cosa de las cifras que manejan de forma estable desde hace diez años.

Números en caída

El dato duro dice que los rusos beben un tercio menos de cerveza en relación a las cifras de fines de los años 2000. Las restricciones de venta y de publicidad se añaden al aumento de impuestos y a la crisis de poder de compra por parte de la población para que los números sigan cayendo.

Desde 2011, la cerveza ha sido asimilada a bebidas alcohólicas desde el punto de vista de la ley -no es el caso en todos los países-, sufriendo así diversas prohibiciones: venta nocturna o en kioscos de la calle, por ejemplo.

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Entre 2013 y hoy, período marcado por una crisis económica, el mercado cayó más de un 24% en volumen, y debería perder aún más de 11% de aquí hasta el 2022, según Euromonitor.

“De 2007 a 2017, los impuestos sobre la cerveza se han multiplicado por diez. Todo eso, añadido a la situación macroeconómica desfavorable, influye en el mercado del producto”, constata Pavel Erankevitch, director de desarrollo de Baltika, le empresa número uno del mercado ruso que pertenece al grupo danés Carlsberg.

Según el responsable, el Estado se ha excedido en las medidas para luchar contra el alcoholismo: “Hay que buscar un compromiso, de una parte poner en práctica medidas razonables para reducir el abuso del alcohol (…) y de la otro no crear obstáculos artificiales al desarrollo de las empresas”.

En cuanto al Mundial, lo ve como un eventual “motor de crecimiento” provisorio. “Pero si es el caso, va a ser limitado en el tiempo y no cambiará la dinámica anual global”, se lamenta.

Yuri Antonov, director de la fábrica Otchakovo, en las afueras de Moscú, constata que “los compradores profesionales y los consumidores están más activos” con la llegada de la competición.

Pero a largo plazo, su constatación es la misma: “El mercado va a continuar en caída”.

Sólo la cerveza Budweiser, del grupo AB Inbev, debería distinguirse al ser la cerveza oficial de la competición. Única rubia autorizada en los estadios y en las ‘fan-zones’ – mientras la venta de alcohol está prohibida en los comercios ubicados a dos kilómetros alrededor de los estadios- la marca ha desarrollado medidas para multiplicar los eventos con sus decoraciones.

“No develamos cifras, porque las ventas son sólo una manera entre otras de medir el valor de nuestro patrocinio” del evento, afirma un portavoz de Budweiser, subrayando la “formidable oportunidad” en términos de imagen.

Entre las raras esperanzas del sector aparecen los que se dedican a las cervezas sin alcohol.

Otra de las apuestas que se desmarca de las tradicionales cervecerías es el mercado de las artesanales, con bares especializados en sabores que se multiplican en las grandes ciudades.

AFP