“Una bomba biológica”, “el partido cero” o al menos “un acelerador de la propagación del virus”: cada vez más especialistas apuntan al partido de la Champions League entre Atalanta y Valencia como el origen de la explosión de casos de COVID-19 en Lombardía, la región más afectada en Italia.

Ese día, el pasado 19 de febrero, se juntaron 45.792 espectadores en el estadio de San Siro de Milán para ver como el Atalanta, en sus primeros octavos de final en toda la historia del torneo, derrotaba por 4-1 al Valencia. Decenas de miles de bergamascos realizaron el breve desplazamiento, en coche o tren, para el que era el partido más importante de la historia del modesto Atalanta.

La amenaza parecía entonces lejana. Pero sólo dos días después del partido, Adriano Trevisan falleció a los 78 años cerca de Pádua y se convertió en la primera víctima mortal del coronavirus en Europa. Días después fue el periodista español Kike Mateu, presente en San Siro, el que fue diagnosticado positivo al COVID-19 en España. A comienzos de marzo se supo que cerca de Valencia un hombre falleció el 13 de febrero infectado por el coronavirus, lo que significaba que el virus ya estaba presente en esa región del litoral español antes del partido en Milán.

Y fue a partir del 4 de marzo, 15 días después del partido, cuando la curva del número de contaminados comenzó a dispararse brutalmente en Bérgamo, convirtiendo a esta ciudad lombarda en una de las más afectadas por la epidemia. ¿Fue el Atalanta-Valencia el desencadenante de todo?

Responsables sanitarios y autoridades locales no van hasta ese extremo, pero no dudan en que aquel partido contribuyó a la gravedad de la situación actual. “Aquella noche, 40.000 habitantes de Bérgamo fueron a Milán a ver el partido, se reagruparon en el estadio. Muchos otros lo vieron en sus casas, con la familia, los amigos, en los bares. Está claro que fue un momento de fuerte difusión del virus“, aseguró el alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori.

Walter Ricciardi, representante en Italia de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tuvo un discurso similar en el canal Rai News 24, estimando que el partido fue un “acelerador de la propagación del virus”.

Creo que el partido del 19 de febrero jugó un papel importante. Un tercio de la población de Bérgamo se concentró en un estadio e hizo una fiesta“, declaró. “No es por azar si Bérgamo es la zona más afectada y no es por azar si los valencianos que pasaron de Italia a España actuaron como transmisores (del virus) en su país”.

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La semana pasada, varios especialistas ya habían admitido que la celebración del encuentro tuvo un impacto en la difusión del virus. “Este partido pudo ciertamente tener un papel de vehículo de contagio”, declaró Massimo Galli, jefe del servicio de enfermedades infeccionas en el Hospital Sacco de Milán.

“Desgraciadamente, fue una bomba biológica”, estimó por su parte en el periódico Corriere della Sera Fabiano Di Marco, responsable del departamento de neumología del Hospital Juan XXIII de Bérgamo. En una entrevista en el diario Corriere dello Sport, Francesco Le Foche, inmunólogo en el Hospital Umberto I de Roma, lo calificó de “partido cero”. “Retrospectivamente, fue una locura disputar ese partido con público, pero las cosas no estaban entonces muy claras”, declaró.

La situación sí se había aclarado ya un poco más cuando tres semanas más tarde, el Atalanta viajó a Valencia para jugar el partido de vuelta, a puerta cerrada. “Fue terrible. No hubo ningún control, estaban tranquilos”, explicó el capitán del Atalanta, el argentino Alejandro ‘Papu’ Gómez, respecto a  la actitud de los españoles.

Una semana después de ese partido, en el que los italianos volvieron a imponerse, por 4 a 2, el Valencia anunció que un 35% de casos positivos entre jugadores y cuerpo técnico, lo que llevó al Atalanta a iniciar una cuarentena.

Pese a ello, el club italiano anunció este martes que su arquero suplente Marco Sportiello dio positivo al COVID-19. Fue el titular en el partido en Valencia.