Así es el relato de los políticos y de gran parte de la sociedad de Serbia, que sin embargo dejan de lado que el tenista se niega a vacunarse contra el coronavirus y que no se toma en serio las reglas contra la pandemia. 

La decisión final del Tribunal Federal de Australia sobre si Djokovic será deportado o no se conocerá este domingo, un día antes del inicio del primer Grand Slam del año. 

El tenista se encuentra nuevamente en un hotel de Melbourne para solicitantes de asilo, conocido por sus malas condiciones, a la espera de la vista judicial. 

Para Serbia, Djokovic es un “chivo expiatorio” en un asunto que los políticos australianos tratan de aprovechar para recuperar el apoyo perdido por los largos confinamientos contra el COVID-19 que han frustrado a la población.

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Muchos en Serbia acusan al gobierno de Australia de “maltratar y humillar” al tenista de 34 años y hasta hablan de una conspiración occidental en contra del país balcánico. (Vea tambiénNadal se la deja picando a Djokovic: “El torneo es más grande que cualquier tenista”).

El propio presidente serbio, el nacionalista Aleksandar Vucic, se pregunta si los políticos australianos sólo quieren “halagar a la opinión pública” para ganar puntos ante las elecciones previstas este año en Australia. 

Eso sí, el propio mandatario serbio, criticado por la oposición por su autoritarismo, se presenta esta primavera en unas elecciones presidenciales en las que busca la reelección. 

También el Comité Olímpico de Serbia acusa a las autoridades australianas de “racismo” y “discriminación”. Para muchos en Serbia, Djokovic es un héroe nacional y sus duelos en los grandes torneos suelen pegar al país balcánico a las pantallas de la televisión.