
Es posible que las personas que consumen vino piensen en algún momento en volver a colocar el corcho en una botella después de abrirla. Sin embargo, y aunque puede parecer una solución práctica para conservar el líquido, expertos en enología han señalado que esa práctica puede terminar siendo más perjudicial que benéfica.
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Y es que, pese a que pocos son los que lo saben, lo recomendado es no volver a poner el corcho debido a una posible oxidación.
Esto se debe a que, una vez abierto, el vino entra en contacto con el oxígeno del aire, el cual inicia un proceso de oxidación que altera las propiedades organolépticas del vino, es decir, su sabor, aroma y color.
¿Qué ocurre al volver a poner el corcho a un vino?
- Mayor cantidad de oxígeno: al volver a colocar el corcho, queda un espacio vacío en la botella lleno de aire. Este aire contiene oxígeno que seguirá reaccionando con el vino, acelerando su deterioro.
- Porosidad del corcho: el corcho, aunque es un material natural, es poroso. Esto significa que permite el paso de pequeñas cantidades de aire, lo que continúa el proceso de oxidación incluso con el corcho puesto.
¿Cuál es la mejor manera de conservar una botella de vino abierta?
La mejor opción es pasar el vino restante a un recipiente de vidrio más pequeño y con tapa hermética. De esta manera, se reduce al mínimo el espacio con aire y se ralentiza la oxidación.
Otra manera de conservarlo es usando tapones de vacío, los cuales extraen el aire de la botella, creando un vacío que ayuda a preservar el vino por más tiempo.




De igual manera, conservar el vino en el refrigerador es importante, pues la baja temperatura y ralentiza los procesos químicos, por lo que refrigerar el vino puede ayudar a prolongar su vida útil.
En conclusión, la próxima vez que abra una botella, piense en cómo va a mantenerla para que el vino no solo sobreviva, sino que prospere.
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