El caso fue analizado por un equipo de científicos que asumieron la investigación de la muerte de una anciana de 74 años de edad en Estados Unidos y que fue víctima de la enfermedad conocida como tularemia o ‘fiebre de los conejos’, destacó la revista Live Science.

El incidente despertó curiosidad porque la mujer no había tenido contacto con conejos ni tampoco había sido expuesta a garrapatas o con aguas estancadas, que son los principales medios en donde se aloja la peligrosa bacteria Francisella tularensis que transmite la enfermedad.

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Sin embargo, un examen de sangre practicado al perro permitió establecer que el animal tuvo contacto con un conejo muerto al que tomó con el hocico.

Lo que se cree es que la anciana pudo tener contacto directo con la saliva, excrementos o caspa del perro y así contagiarse con la bacteria.

“Los síntomas suelen comenzar tres a cinco días después de la exposición a las bacterias y pueden incluir fiebre, lesiones en la piel, dificultad para respirar y diarrea. Aunque la infección puede ser mortal, la mayoría de las infecciones pueden ser tratadas con antibióticos”, indicó la publicación.

Las mascotas pueden contagiar a los humanos de enfermedades y afectan principalmente a “niños pequeños, lactantes, mujeres embarazadas y personas cuyo sistema inmunitario está debilitado debido a una enfermedad o a otra afección”, según Kidshealth.